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martes, 16 de octubre de 2018


DISCIPULADO No. 31

EL TEMPLE DEL DISCÍPULO




El entrenamiento del discípulo es similar al proceso tradicional de fabricación de una espada.El herrero debe tener en cuenta varios pasos: la elección del acero, la forja, el temple, el pulido, el limado y el acabado final. El herrero representa al Maestro, el acero al novicio, la forja, el pulido y el limado representan el proceso, y el acabado final es el discípulo iniciado, listo para la Maestría.

Lo primero que hay que comprender es que es el herrero quien selecciona el acero y no al contrario. Es el Maestro herrero quien conoce cuál es la mezcla perfecta de hierro y  carbono (acero) adecuada para una buena espada. El carbono representa al conocimiento y el hierro al candidato. El aspirante, como el hierro debe ser fuerte,  pero suele ser demasiado dúctil y se dobla bajo el peso o el contacto intenso de la lucha. El ignorante es fácilmente maleable y cede fácilmente a las arremetidas argumentativas del ego y al efecto de quienes le rodean y tratan de convencerle de que su nueva vía, lejos del mundano placer, es un gran desatino.  Si lo chantajean o lo amenazan con intensidad, se doblará y cederá a las pretensiones egoicas. La ignorancia hace al aspirante francamente vulnerable. Un poco de selecto conocimiento espiritual es necesario, en una medida adecuada al tipo de mente del candidato. Este aprendizaje, al igual que hace el carbono con el hierro, le hará fuerte sin que pierda la flexibilidad. Le hará resistente, ampliando a su vez su capacidad de recepción de la luz. Un exceso de conocimiento lo confundirá y lo hará excesivamente sensible, tornándolo en alguien difícil de ser enseñado debido a su alto nivel de condicionamiento mental, al igual que un exceso de carbono en el hierro impedirá la forja pues hará al metal sensible al fuego. Se fundirá antes de ser llevado a la temperatura necesaria para dar forma y longitud a la espada. Un acero cargado de carboneo no puede ser forjado. Solo puede moldearse. Un estudiante con orgullo intelectual y con la mente encasillada no puede ser instruido en el conocimiento superior. Es el Maestro quien elige al candidato cuando está a punto para el discipulado.

El paso siguiente es la forja: una vez seleccionado un buen acero se procede a forjarlo colocando el acero en la fragua, bien cubierto por el mineral, para conseguir que, junto con la entrada de aire, el acero alcance la temperatura deseada. Normalmente el espadero conoce la temperatura por el color del acero. A partir de 300ºc  el acero se vuelve gris hasta que, pasando por el azul violeta, empieza a aparecer el rojo: normalmente la temperatura de forja ideal lleva al metal al rojo cereza o máximo al rojo claro a 800ºc -1200ºc, sin llegar al rojo blanco en el que el acero se vuelve pastoso llegando en poco tiempo a su punto de fusión.

Una vez seleccionado el discípulo, se procede a entrenarlo, cubierto  y protegido por la fuerza espiritual del Maestro, para que alcance el nivel de confianza y receptividad requeridos para un entrenamiento iniciático. Normalmente, el Maestro conoce el nivel del discípulo, quien va pasando, bajo su influencia, por diversos estados de depuración, emocionales y mentales, hasta alcanzar el nivel de pureza,  humildad, descondicionamiento, aceptación y obediencia apropiados, lo cual garantiza la capacidad de recepción y la resistencia frente a la poderosa luz y energía que recibirá en el proceso, pero sin llevarlo al extremo de la sumisión  o esclavismo, el cual le hará endeble y le hará despertar un egoico deseo de recompensa a cambio de su ciega obediencia. El Maestro despertará en su discípulo la flexibilidad y el espíritu de un verdadero servidor y jamás hará de él un ente servil o un rastrero adulador. Si el discípulo, en su ansia de alcanzar rápidos resultados o beneficios especiales del Maestro llega a caer en este estado, será alejado por el Maestro ya que esta indigna condición le hace inútil para el proceso.


Una vez alcanzada la temperatura deseada, rápidamente se saca el hierro de la fragua y se le coloca sobre el yunque, procediendo a golpear con el martillo para estirar y trabajar, poco a poco, la forma y longitud que se busca. Como la duración del rojo es breve, para fabricar una hoja tienen que hacerse repetidas caldas, para poder seguir trabajando el hierro. Mediante la forja se endurece el metal pero se le va cambiando la estructura; los martillazos van comprimiendo los cristales del hierro (los metales tienen una estructura cristalina), uniéndolos entre sí para conseguir un determinado punto de dureza; pero si se sobrepasa, comenzará el debilitamiento del metal. Este punto es esencial porque, si no se alcanza, el metal no será tan duro, y si se supera, se podrán producir fracturas. La forja da forma al metal mediante el fuego y el martillo.

Una vez alcanzada la confianza y el nivel adecuados, se saca al discípulo de su zona de confort, dada por la complacencia de la aceptación por parte del Maestro y por el bienestar que se deriva de su compañía y fuego espiritual, y se procede a trabajar fuertemente sobre su ego. El Maestro actúa como revelador de este, mediante su fuego espiritual, usando diversos métodos de pruebas y tareas, y hace que el discípulo sea consciente de sus distintas facetas, y luego, si el desvergonzado ego del discípulo se campea orgulloso frente al Maestro, al rojo vivo, pretendiendo estar en lo correcto, recibe el martillazo espiritual necesario para doblegarlo. El Maestro golpea repetidas veces el ego del discípulo, hasta donde éste lo soporta, y lo lleva nuevamente, bajo el influjo de su fuego espiritual, para hacerlo dúctil y evitar que se aplaste bajo el peso del entrenamiento. El discípulo se hace fuerte mediante este proceso, eliminando poco a poco sus actitudes dramáticas, cuando es recriminado por el Instructor, y dándose cuenta de que el Maestro no llama su atención en vano, ni trata de fastidiarlo por puro capricho. Este punto es esencial. Si el discípulo se lo toma como un ataque personal, rechaza el fuego espiritual del Maestro y no puede hacerse dócil a las instrucciones, sufrirá fuertes heridas en su ego que pueden alejarlo y hasta generar una ruptura con él. Si el metal no se lleva repetidamente a la fragua para ser calentado por el fuego, se quebrará bajo el golpe del martillo. Muchos son los llamados pero pocos los escogidos. Si el discípulo no se hace humilde, no alcanzará la fuerza necesaria. Si se resiente en el proceso, se quebrará. La forja representa el fuego espiritual del Maestro y el martillo su estricta disciplina, los cuales dan la forma arquetípica al verdadero discípulo.

Una vez terminada la forja, procedemos al temple. Partiendo de un buen acero y una buena forja, la fase más importante en una hoja de acero es el tratamiento térmico, conocido popularmente como “templado o enfriado”. El primer paso del tratamiento térmico es conseguir la temperatura “crítica” (a partir de la cual, el acero cambia su estructura a austenita, en preparación para el endurecimiento). Al mantener la temperatura un cierto periodo de tiempo, se provoca el austenizado del acero, que es su estado básico, en el cual la aleación se disuelve uniformemente en hierro.
El acero enfriado rápidamente, al contacto con un líquido frío, aumenta al máximo la dureza del mismo, por lo que resulta quebradizo. Por lo tanto, se  procede a dar un segundo temple, llamado el revenido, a fin de distender sus moléculas y quitar dureza al acero. Esto le confiere flexibilidad. La temperatura de revenido suele ser entre 260 -300ºc.
Para espadas de combate es preferible utilizar una hoja más blanda para evitar fracturas. Una buena espada de combate ha de tener tenacidad para resistir impactos sin sufrir fracturas y ductilidad, para deformarse sin romperse.
El templado puede realizarse con agua o aceite, aunque suele usarse agua para el templado y aceite para el revenido. El templado con agua produce un filo más duro, mientras que las hojas templadas con aceite son más flexibles.

Una vez terminada la primera fase discipular de adecuación, se procede al temple. Partiendo de una buena disposición y una buena disciplina, y proceso de depuración, la fase más importante en un entrenamiento discipular es el tratamiento que da el Maestro al discípulo con el fin de capacitarlo para las iniciaciones superiores. El discípulo es llevado a fases críticas que lo hacen muy fuerte frente a las hostiles fuerzas del mundo y de la oscuridad. La conciencia del discípulo se va haciendo cada vez más amplia, en busca de la Infinitud y la Eternidad. La Fortaleza despertada le lleva a desarrollar la imperturbabilidad, la cual conlleva cierto riesgo de insensibilidad y dureza, por lo cual se procede a un segundo proceso de temple que ablanda el corazón espiritual, despertado en las altas estaciones alcanzadas. Esto le confiere flexibilidad, compasión, misericordia, pero más que eso una alta capacidad de contacto con las más sutiles dimensiones y seres espirituales. Se hace fuerte pero muy amoroso. Se hace imperturbable y a la vez un ser conectado.
El discípulo  ha de tener tenacidad para resistir impactos sin sufrir quebrantos y ductilidad y capacidad de conexión altamente sutil, para continuar su entrenamiento y combate interior con el ego, sin romperse o extraviarse por astrales caminos.

El templado puede realizarse  mediante discernimiento y devoción; aunque suele usarse el discernimiento para desarrollar fortaleza y la devoción para despertar al Amor infinito y al contacto superior.

Una vez forjada y templada la hoja, esta presenta un aspecto basto llamado bruto de forja. Para un buen acabado  o pulido, sometemos la hoja a la acción de la muela y la lija, haciendo los vaceos, filos y terminación de la punta, pasando cada vez a  lijas cada vez más finas, hasta terminar con un pulido al espejo, que endurece la hoja y evita la oxidación rápida.

Los procesos de entrenamiento llevan al discípulo a hilar cada vez más fino, a fin de pulir imperfecciones del carácter y erradicar hasta el más mínimo hábito mental nocivo. El discípulo, a punto para ser un verdadero Iniciado de los misterios mayores, se convierte en un pulido espejo en el que la divinidad se refleja sin distorsiones psíquicas. Este pulido interior evita la recaída en niveles inferiores propios del ego.

Con el limado de la espada se trabajan los detalles que nos interesen, como la cruz de la espada o los rompe puntas.

Este proceso representa un refinamiento propio del linaje o confluencia de linajes a los que pertenece el discípulo y su Maestro. Los rompe puntas representan métodos de defensa psíquica frente a agresiones de seres de oscuridad que siempre estarán prestos a tender trampas al discípulo.

Una vez terminada la hoja montaremos la cruz, el puño de madera y el pomo, pasando todas las piezas a través de la espiga de la hoja (parte final de la hoja estrechada para albergar la empuñadura), sin ningún tipo de soldadura y debe ser más blanda que el resto de la hoja. Para finalizar, la espiga se remacha fuertemente sobre el pomo.

Son los pasos finales que convierten al discípulo en un Iniciado de alto grado listo para iniciar el proceso de la Maestría.

El Maestro herrero elige el buen acero, lo somete al intenso fuego de la forja, le da forma y plasticidad mediante el golpe del martillo y luego le da el temple necesario. Finalmente pule y abrillanta. Es así como logra una excelente espada que a la vez que hermosa es fuerte y flexible, la más bella arma para que pueda el caballero derrotar al enemigo y conquistar reinos y señoríos, derrotando al enemigo sin temor de ser herido.

El Maestro espiritual elige al buen discípulo, al que está bien dispuesto para ser transformado, al de corazón noble y oído receptivo. No lo busca jamás entre los soberbios, ni entre los serviles. Lo somete al poderoso fuego espiritual del entrenamiento, en la forja de su propia alma y lo lleva a un alto grado de pureza, usando el poderoso martillo de la disciplina, desarrollando en él una mente abierta, un carácter de fortaleza y alta confianza en sí mismo y en la Divinidad. Cada golpe es necesario, aunque duela,  para madurar, y el discípulo coloca su propia vida en el yunque del herrero hasta que tome forma. El Maestro le capacita mediante el discernimiento y el desapego, para que desarrolle el temple necesario para soportar las pruebas del camino y los constantes asedios de su propio ego y de los emisarios de la oscuridad.

Así, una vez forjado y templado el discípulo, se convertirá en la espada poderosa de su propio Ser, dispuesto a reconquistar el reino espiritual perdido y usurpado por el ego y sus esbirros y lacayos.

Pero a veces hay aceros que se quiebran bajo el golpe del martillo, aunque tengan la mezcla perfecta de carbón y hierro y hayan sido llevados a la temperatura ideal en la forja. Serán puestos a un lado y formarán ese herrumbroso arrume que suele apreciarse cerca del taller del herrero, a la espera del largo proceso mediante el cual la naturaleza los reintegrará a sus elementos mínimos, en busca de una nueva oportunidad.

A veces hay quienes siempre a madurar se niegan. Y cuando su ego es evidenciado, cuando el Maestro revela el ego oculto bajo la sombra del inconsciente o el resplandor de mentes demasiado abrillantadas con la falsa luz del intelecto, se resienten por el dolor sentido en el proceso, y escapan de él, huyendo rebeldes a los bosques de la soledad egoica. Vuelven entonces al montón de los que duermen y espera el lento girar de las ruedas del samsara, ese viejo molino de las vidas sucesivas que muele fino pero muy despacio, haciendo polvo todos los sueños mediante el peso del doloroso karma.

No hay acero sin carbón, ni espada sin herrero, y sin ella no hay guerrero, pues no se ablanda solo el acero y sin espada no hay reino. 

                                                                                            Alipur Karim(Sheikh Abdul Salam)

jueves, 31 de mayo de 2018


DISCIPULADO No. 30
CONSIDERACIONES AVANZADAS EN EL SENDERO DEL DISCIPULADO



  
La enseñanza que un Maestro transmite depende del grado de receptividad de quien la recibe. Hablando en general, tiene tres niveles. El primero es para aquellos que aún no despiertan o que recién salen del ensueño de la vigilia. Sin dejar de ser profunda, está velada, pero el Maestro la da al público en general como un llamado, o para dar el primer alimento al novicio. Si el corazón ya ha despertado, la semilla de esta enseñanza se depositará en el interior de quien responde al llamado y brotará con el tiempo, llegada la estación propicia. Si la tierra no está arada, la semilla quedará en la superficie, a merced del viento, o de los predadores. Mas si la tierra está preparada, la simiente irá al interior de ella para desenvolver su secreto potencial, y emerger en busca de la luz que la hará crecer. Cuando es duro el corazón de quien escucha, cuando la belleza de su alma está opacada por las burdas caparazones del ego, la enseñanza solo queda en la superficie de la mente y es arrastrada por las ráfagas de pensamientos de la mente descontrolada, o es devorada por las argumentaciones de la mente condicionada, que la tragan sin masticarla y la arrojan sin asimilarla. Pero si hay al menos una pequeña grieta en la coraza del corazón que deje acceder al agua de la vida, bajo la protección del alma, la enseñanza permanecerá allí para aflorar en la primavera de la vida, ese precioso instante en el que la divina potencialidad de la Sabiduría emerge. 

La palabra del Maestro, impregnada de espíritu, nutrirá a aquel que ha preparado sus ojos para ver y sus oídos para oír verdaderamente. Pero a quien no ha preparado sus ojos, por haber estado en la oscuridad, la luz lo enceguecerá y le hará ponerse un velo o voltear el rostro para evitar el rayo de luz; y a aquel que no ha preparado sus oídos, por estar acostumbrado al ruido del mundo y no a la melodía del cántico divino, la palabra le herirá, porque la palabra impregnada de espíritu es como una daga que abre heridas en el ego. Su objetivo es romper la caparazón de este ego, pero si el ego está bien nutrido, es como un tumor invasivo, plagado de venas y arterias, y al ser tocado por la  afilada espada de la Sabiduría, sangra. Los oídos no preparados para escuchar la palabra llena de espíritu, se sentirán heridos: el ego sangrará. Tapará sus oídos para evitar el dolor o huirá del eco del dulce cántico del Alma, conectada con el infinito.

El segundo grado de enseñanza es para los discípulos: los que han hecho un verdadero contacto, los que han tejido el hilo conductor que los conecta con el corazón del Maestro, los que han alcanzado la frecuencia receptiva que permite comprender a otro nivel. Son los iniciados que han preparado bien sus vasijas, para albergar las aguas espirituales de la Sabiduría. A ellos, el Maestro les enseñará en secreto, revelándoles los misterios del infinito en forma gradual. Un discípulo es aquel que ha aumentado su capacidad receptiva, a tal punto que puede recibir la luz de un Gurú, sin ser dañado o herido. Su mente limpia y su corazón puro se silencian, dispuestos, en estado de no saber, en extática contemplación, mientras su egoismo se diluye. Bienaventurado es aquel que se postra ante el portal de la Sabiduría, a los pies del Maestro, en espera de su Gracia, pues verá la luz surgir de su interior, revelando tesoros escondidos en el baúl de los misterios, por largas edades.

El tercer nivel de enseñanza es el que se alcanza cuando el iniciado se libera de la personalidad egoísta y hace contacto con la Divinidad, lo cual significa en realidad que recupera su autoconciencia de infinitud. Los Maestros contactan a la personalidad despejada, en la que un reflejo del alma asoma, bajo la gruesa y mayávica capa del ego, y toman a este valiente como su discípulo. La Divinidad contacta al Alma despejada del iniciado de alto grado, totalmente libre de ego. Entonces, la Sabiduría fluye libremente, en infinitos raudales, y por esta vía el iniciado se libera, regresando al Mar sin orillas. En realidad, la Divinidad se libera del remolino del ego creado por Maya, la ilusión Cósmica, rompiendo el estado de hipnosis, en esa Chispa de Sí misma que se proyectó en la multiplicidad. La Chispa retorna a la Flama Única; la gota regresa al infinito Océano.

El segundo nivel de enseñanza tiene en sí mismo varios grados que se obtienen en los Círculos internos del Maestro. Recordemos que el dulce Jesús de Nazaret tenía varios de estos círculos. El más amplio era el de setenta y dos, que fueron preparados y enviados de dos en dos por el mundo, para enseñar las buenas nuevas; luego, le seguía el círculo kabalístico de veintidós, entre los que estaban los doce y otros más cercanos como los hermanos Martha, María y Lázaro, José de Arimatea, María Magdalena y María su Madre. Luego venía el círculo de los 12 apóstoles y dentro de él dos círculos: uno de siete y otro, el más cercano, de tres, que eran Pedro y los hermanos Santiago y Juan. A cada grupo daba lo pertinente, de acuerdo con el nivel de comprensión, preparación y disciplina.

El nivel de receptividad necesario para ser aceptado por el Maestro, como un discípulo del Círculo Interno, depende de qué tan bien hayamos preparado nuestra vasija para recibir el agua de la Sabiduría.
 Para aumentar el nivel de receptividad, pureza y fortaleza de la estructura, cinco cualidades, relacionadas con los cinco elementos primordiales, y por resonancia con sus cinco chakras (centros espirituales) inferiores, deben ser desarrolladas por el discípulo: moderación (Tierra, primer chakra), auto observación (Agua, segundo chakra), autocontrol (Fuego, tercer chakra), devoción (Aire, cuarto chakra) y discernimiento (Éter o Akasha, quinto chakra).

Es necesaria la moderación de las fuerzas físicas. No abusar de las horas de trabajo, y hacer contención de los instintos, que son los impulsos que surgen de la naturaleza animal, tales como procrear, cazar, matar, estar mejor que.., envidiar a.., competir con... La ética norma lleva a no ejercer violencia sin necesidad estricta. De igual manera moderar  y transformar, los impulsos colectivos que están errados, desenfocados de las metas reales de la existencia, y que mueven a abusar del tiempo, y de otros, a buscar metas y a poseer a como dé lugar, etc. Moderación va de la mano con ser práctico, cualidad que bloquea impulsos, deseos y propensiones, y también con controlar la lengua, mediante el amor a la verdad, para evitar la falsedad y comunicarse sin herir. Es necesaria la regulación de las energías que causan los placeres y apetencias, incluido el placer sensual, y el logro del dominio del deseo.

Es necesario en este trabajo vivir sin codicia ni avaricia y en perfecto desapego por las cosas, las personas y las ideas, recordando la divina ley de la impermanencia de todo lo creado y de la no pertenencia. Solo hay un Hacedor y un Único dueño, y Él crea, sostiene y destruye cuando así lo requiera.  

La auto observación implica verse hacia adentro y encontrar los defectos del carácter, que en realidad están motivados por los samskaras (impulsos inconscientes formados por viejos hábitos) y vasanas (semillas latentes de viejos deseos), los cuales generan karma.

Auto observar es descubrir y no reprimir. En este ejercicio debe descubrirse la regularidad de los defectos y hábitos más predominantes, así como su intensidad. Se debe tomar consciencia de los deseos y de las aversiones, pues esto nos mantiene en el mundo de la dualidad, de las preferencias y de la inflexibilidad. Permite descubrir las motivaciones y las causas.

La auto observación es una larga y continua tarea en la que literalmente aprendemos a ver las caparazones del ego que incluyen los múltiples yoes o máscaras que crea para ocultarse, así como los ´complejos roles que asumimos en nuestra diaria relación con el mundo y sus habitantes.

La auto observación incluye el inventario de todas esas facetas y movimientos de nuestra personalidad tales como la queja, la sospecha, la vanidad, el mal uso de la lengua, la ira, la tristeza y los miedos. Mediante esta técnica se llega al desarrollo, dentro de ti mismo,  de un  observador imparcial, sin juicio, que logra tomar distancia y está atento a todos tus pensamientos, emociones y movimientos.

Auto control es poner un alto a los impulsos, hábitos negativos y defectos personales. La auto observación concientiza sobre ellos. Se necesita comenzar a frenarlos conscientemente pero de manera gradual. Es gratificante realizar el auto control, porque permite que la naturaleza personal se vaya armonizando con una vida espiritual. Mediante este ejercicio se alcanza el dominio de las emociones, pensamientos, comportamientos y deseos.

La devoción es la búsqueda de la presencia Divina. No es ritualismo, no es buscar una religión y ser su seguidor, no es separar lo sagrado de lo profano. Es llamar a Dios, mediante oración verdadera, lecturas de libros sagrados, enseñanzas de los Maestros de Sabiduría, cantos o danzas. Es manifestar a Dios en cada instante, es expresarlo en el día a día. Es realizar todas las cosas para Él y por Él. Dios es el dueño y nosotros solo sus servidores. La devoción abre la puerta a la intuición y ella trae consigo la alternativa de descubrir las señales para hacer lo que está en consonancia con Su Voluntad.

El discernimiento es una cualidad del intelecto superior, que está más allá de la racionalidad, de la mente discursiva, lógica y memorística. Para despertar el intelecto puro se precisa de la meditación, porque el discernimiento es la claridad que se establece en una mente quieta y serena. El discernimiento lleva de la oscuridad a la luz, de lo irreal a lo real, de lo muerto a lo inmortal. Ir de lo irreal a lo real significa despreciar la ilusoriedad de las formas de este plano. Ir de lo muerto a lo inmortal significa apreciar la vida fluyente en cada una de las aparentes cosas de este mundo. Ir de la oscuridad a la luz significa rasgar el velo, el triple velo de la ilusión, entrar en la luz de la Divinidad, en la luz de la Conciencia infinita.

Estas cinco cualidades despertarán las fuerzas latentes de los cinco elementos, contenidas en los cinco centros espirituales o chakras inferiores de tu cuerpo etérico. El discípulo tendrá entonces los elementos necesarios para construir una vasija de excelente calidad, capaz de contener gran cantidad  de luz.

Una vez preparada la vasija, el Agua de Vida, el Agua de la Sabiduría, será puesta en ella; una vez construido el Templo, la Divinidad morará en él; una vez arada y preparada la tierra, la semilla del Árbol de la Vida será plantada en ella. El Maestro hará el control de calidad, y comprobará la fortaleza espiritual del candidato. Solo entonces le aceptará en su círculo más cercano, y le transmitirá las claves de los misterios más excelsos, capacitándolo para bucear en las profundas aguas del Océano Infinito.

Los Maestros buscan solo a aquellos discípulos que de verdad buscan diseminar la luz, continuando con su obra de iluminación. En verdad son atraídos por las almas y no por los egos. El verdadero discípulo es aquel que está interesado en disciplinarse, acatando la sabia guía del Maestro. El objetivo de éste es guiarlo hacia la senda de la liberación, y hacer que se convierta en un alma iluminada, en un Maestro de Sabiduría, bien sea que se difunda en el Insondable infinito o permanezca en el umbral entre el Absoluto y la creación, con su lámpara encendida, para indicar el camino a los nobles corazones que buscan la emancipación de la esclavitud de la ignorancia. Jamás será entregada la Sabiduría a los necios, ni puesta en el turbio lago de una mente ensombrecida y ciega. Ella es como una princesa dormida en una torre, que solo puede ser despertada por el Príncipe Espíritu, una vez haya pasado la prueba del corazón ennoblecido, que solo anhela el Amor puro, más allá de las riquezas materiales del Reino.

Cuando la intención es pura y la mente clara, la enseñanza del Maestro llega sin demora, y su resonancia rompe las mallas protectoras que separan la percepción de lo mundano del Reino de la Sabiduría. El velo de Maya es rasgado y hecho girones que se lleva el viento del olvido, permitiendo la extraordinaria percepción de lo real.

Alipur Karim














miércoles, 16 de mayo de 2018



DISCIPULADO No. 29
FUEGO SAGRADO 




El fuego tiene un poder muy grande sobre los elementos tierra y aire y también sobre el agua. Aparentemente el agua apaga el fuego, mas no los grandes fuegos, sino los pequeños fuegos; los grandes fuegos son avivados por el agua, porque ésta los esparce; así que el fuego tiene poder sobre los demás elementos. El fuego físico simboliza tu fuego interior. Este fuego se encuentra en dos lugares: en tu columna vertebral, es tu fuego sagrado, y también en tu corazón. El fuego principal es el fuego Divino, el fuego del Alma que se encuentra en el corazón, donde al igual que el fuego físico, es capaz de quemar todos los otros elementos. El amor profundo Divino que está en tu corazón, que es el corazón del Ser es capaz de transmutar todas las cosas negativas que hay en nuestra vida. A través el fuego del amor profundo tú puedes olvidar, perdonar, resarcir, ser perdonado. El fuego es una luz interior; estás acostumbrado a querer conocer todas las cosas a través de la mente pero, conociendo tantas cosas, finalmente, no sabes mucho; al final, cuando conoces mucho de este mundo, te das cuenta que en verdad no sabes nada, porque la sabiduría no le pertenece a la mente. La sabiduría le pertenece al corazón. El corazón habla también, pero lo hace cuando la mente se silencia. Todos los grandes buscadores espirituales, y los grandes Maestros, practican la ciencia de la meditación, porque es una Ciencia Sagrada en la que se aprende a silenciar la mente, para que desde el corazón, el fuego espiritual, hable. Un viejo aforismo dice: “Cuando la mente calla Dios habla”. Dios habla en lo profundo de tu corazón. Cuando Dios habla en lo profundo de tu corazón, las palabras que vienen, el mensaje que llega, las imágenes que aparecen, no son imágenes que se encuentran en tu mente, es decir, no recurres a tu memoria, al recuerdo, para encontrar una respuesta, para encontrar algún mensaje sagrado, sino que el mensaje sagrado llega desde lo profundo del corazón, mas no es exactamente tu  corazón biológico, sino tu corazón espiritual. El corazón es una palabra que se usa para referirse al centro de algo. Por ejemplo, se dice, el corazón de la ciudad, el corazón de este planeta, el corazón de este Universo. Cuando se habla del corazón espiritual, se habla del fuego espiritual, del centro del Ser, de esa identidad con la Divinidad que todos los humanos tienen, pues todos fueron creados a Imagen y Semejanza del Creador; somos Almas divinas, fragmentos de la Divinidad, pequeñas chispas de la Divina Flama.

A Su imagen y semejanza significa que eres idéntico a la Divinidad. No te encuentras separado de la Divinidad, sino que te hallas inmerso en ella, y esa fracción de divinidad que tienes, esa Alma elevada que eres, y que te identifica con Dios, es el Centro de tu Ser, es tu corazón espiritual.  Y es de ahí, de la Divinidad misma de tu corazón espiritual, de donde surge esa conexión maravillosa que te habla internamente. Dios te habla en tu centro del corazón, cuando tu mente se silencia. No es fácil silenciar la mente. A través de la ciencia de la meditación puedes aprender ese misterio, el misterio de silenciar la mente.

Pero también a veces tu corazón hace ruido, porque está opacado por una fuerte costra, que son tus emociones y sentimientos inferiores, las cuales no te permiten ver la belleza que hay dentro de tu corazón. Es importante que sepas que también tienes unas emociones de alto nivel y unos sentimientos divinos muy hermosos; todos los seres humanos tienen esos sentimientos bellos.  Esos sentimientos y emociones elevadas, al igual que cierto nivel del pensamiento, te pueden conectar con la  Divinidad.

La Divinidad, no obstante, no habla hasta que el corazón está en silencio y puro. Dios habla a los corazones puros. Dios habla a los seres de mente pura.

La meditación te lleva a auscultar tus emociones, sentimientos y pensamientos, a verlos, dejarlos pasar,  y encontrar la brecha que existe entre dos pensamientos y entre dos sentimientos, una brecha de silencio, de contacto puro.

Cuando las emociones y los pensamientos son libres, son sanos, están dentro de la rectitud de las normas de este Universo, entonces, en ese silencio profundo, escuchas la voz de La Divinidad que te habla. Es una fuerza intuitiva poderosa que te habla; es la voz de la Sabiduría que te permite hacer de canal, de limpio canal a través del cual las aguas de la Vida Divina fluyen.

Muy pocos seres humanos buscan en realidad a Dios en esta tierra.  Un Maestro dice: “de cada mil personas, una intenta buscar a Dios y de cada mil de esos que intentan buscar a Dios, realmente uno emprende verdaderamente el camino de su búsqueda”.  “Cualquier cosa en nuestra vida puede esperar, dice otro Gran Maestro, pero la búsqueda de Dios no puede esperar, porque eso es lo que en realidad vinimos a hacer a esta tierra”.

Todo lo que pretendes hacer en esta vida, un día se terminará; todas las personas que conoces en este mundo, un día morirán y también tú, con todos tus pensamientos, con todas tus cosas, con todos tus sentimientos, un día morirás; así que tu vida es transitoria y todo lo que logras conseguir en ella es transitorio.  ¿Cuál es el fin de la vida si todo se termina? Es lo trascendental. Lo trascendental que tienes es tu espíritu, tu alma, tu corazón espiritual; así que todo lo que hagas para elevarte en tu pensamiento, en tu corazón, en tus hechos, en tu vida, es lo que te conecta con tu corazón espiritual; todo lo que hagas para encontrar a Dios, es lo que realmente proyecta tu ser, tu alma, a los mundos y a las dimensiones superiores, a donde realmente perteneces.  Al morir dejas tus vestiduras, tu cuerpo, tu mente, tus emociones, tus sentimientos, tus recuerdos, tu memoria; todo queda acá. Todas tus pertenencias, tus logros, tus títulos, tus conocimientos, todos se quedan aquí; al otro lado del umbral solo llevas la esencia sutilizada de todas las experiencias que ha absorbido tu alma.  Solo esa esencia trascendental es lo que va más allá de la muerte, así que todo lo trascendental es lo que realmente vale la pena que encuentres en este mundo.

Pero, ¿quién lo busca? Solo quien está absolutamente convencido de que nada de lo que pueda hallar en este mundo es inmortal, o es para siempre o eterno, y de que lo eterno, lo imperecedero, lo inmortal, es el espíritu. Quien está convencido de esto, inicia la búsqueda de Dios. Normalmente, cuando eso ocurre, te comienzas a preguntar, ¿Qué es lo que realmente vine a hacer a este mundo? ¿Qué es lo que soy realmente, si mi cuerpo muere, si mi mente muere, si mis emociones mueren, si mis recuerdos perecen? ¿Qué es lo que realmente soy? ¿Qué estoy haciendo aquí en este mundo? ¿Existe algo más allá de la muerte? ¿Existe algún mundo a donde el Espíritu pertenezca? Cuando comienzas a hacerte estas preguntas en forma seria y en forma profunda, estás comenzando tu camino de búsqueda.  Cuando comienzas tu camino de búsqueda,  eres como una estrella nueva que alumbra en el oscuro  firmamento; alguien ve tu estrella, alguien ve tu luz, y cuando alguien ve esa luz que brilla en el centro del corazón, entonces viene en tu auxilio;  porque es la señal de que deseas regresar a casa; porque de Dios vienes como Alma y a Dios retornarás como Alma, y si has dado alguna señal de que deseas retornar a casa y has encendido tu luz de bengala, de auxilio, de ¡hey! ¡quiero regresar a casa!, entonces un Maestro, un enviado, un mensajero, un profeta, un ángel, una criatura divina, vendrá para auxiliarte y enseñarte el camino.

Es el momento. Eso significa “el momento del despertar”, porque vives realmente dormido en este mundo.  Este mundo no es fácil, tiene muchas cosas complicadas y difíciles que te traen sufrimiento.  Tienes momentos de gozo, pero son momentos de gozo perecederos, que terminan fácilmente; son transitorios.

Te acompaña una gran ansiedad, una gran preocupación, muchos miedos, muchos temores. Todo eso ¿cuándo terminará? Todas esas cosas terminarán cuando  encuentres la felicidad perfecta y esta felicidad solo la hallas cuando estés en contacto con La Divinidad. Pero aún no sabes eso. Estás dormido en este mundo. A veces, cuando vas en la noche a descansar, y tienes una pesadilla, te parece que lo que estás viviendo allí es real, y sufres en medio de la pesadilla, pero de repente logras despertar y dices: “¡ay qué alivio, era tan solo un sueño!” Lo mismo ocurre cuando mueres; al morir, después de haber vivido tantas cosas, despiertas en el mundo del espíritu y dices finalmente: “Oh, la vida era solo un sueño. Mi realidad, mi hogar,  mi casa estás aquí. Qué suerte que era solo un sueño”.

Pero no se trata de que esperes la muerte para despertar. Es necesario que mueras antes de morir; es necesario que despiertes estando vivo. Eso se llama morir antes de morir, despertar del sueño de la vigilia. Tienes que despertar al mar divino, despertar de tu largo sueño.  En el momento del despertar, la luz alumbra en el corazón y serás hallado, hallado por Dios mismo a través de sus ángeles, mensajeros, enviados profetas y maestros. Entonces, alguno de ellos te encontrara para guiarte. Es como un mágico guardián invisible que te espera en la noche, para alumbrar con su lámpara, para guiarte en mitad del camino, y desterrar todas las tinieblas de tu vida e indicarte cuál es el verdadero camino de la luz, para regresar a Dios.

No esperes a la muerte, al momento de la muerte, para acordarte de Dios, para acordarte que tu mundo no es este mundo.  Como dijo el Señor Jesús de Nazareht: “Nuestro Reino no es de este mundo”. ¿Cuál es el mundo del que hablaba el Señor cuando dijo “mi Reino no es de este mundo”?  Se refería al mundo del espíritu, tu mundo verdadero, tu realidad verdadera, pues tu naturaleza verdadera es la conciencia, la existencia y la bienaventuranza o felicidad; has de desarrollar estas tres cosas, ser consciente de estas tres cosas: conciencia, existencia y bienaventuranza.  Has de tener conciencia de existencia en la eternidad, conciencia de la infinitud de tu alma, porque tu espíritu es infinito, sin límites, es infinito como este universo, y has de tener la conciencia de la bienaventuranza, de la felicidad, porque ese es el estado natural del alma.  Así que infinitud, eternidad y felicidad, son tus estados verdaderos; pero mientras estés dormido, no es posible que encuentres eso; no es posible que percibas esas cosas maravillosas. Recuerda siempre que, aunque los años pasen implacables, tu verdadera esencia es la eternidad; aunque te sientas constantemente inquieto y ansioso, tu verdadera esencia es la quietud que trae la felicidad, y aunque te sientas ignorante en este mundo, tu verdadera esencia es la conciencia infinita, que te trae la sabiduría perfecta de Dios.

Cuando comienzas a quemar, como en un ritual simbólico, todas las cosas negativas de tu vida, es como si quitarás una gran costra de tu corazón, que hace que puedas mover la luz que está en tu interior. Cuando haces este proceso de purificación y limpieza una y otra vez en tu vida, tarde o temprano, el fuego interior alumbra, y la estrella, se proyecta en el cielo, iluminando el firmamento en medio de tu oscuridad.

Cuando la luz ha alumbrado, no solo alumbra para ti, sino que desde esa luz que brilla en tu alma, podrás iluminar el camino de los que vienen atrás, o de los que caminan al lado tuyo, y esto se convierte en un proceso extraordinario; descubres el misterio de la verdadera vida y sabrás realmente lo que es vivir.

Si fueras a hacer un agujero en la tierra para llegar hasta el ígneo magma, necesitarías de un gran esfuerzo y persistencia y de un equipo especializado en excavaciones profundas. Tendrías que desechar muchas capas de diversas clases de lodos y roca antes de lograr que el fuego volcánico se elevara y emergiera a la superficie. Lo mismo sucede en la búsqueda espiritual;  si deseas llegar al centro del fuego divino, es necesario un esfuerzo poderoso, una gran disciplina y la guía de un experto, y hay que deshacer las diversas capas del ego. Solo así será evidente el resultado y el fuego espiritual de tu Ser verdadero ascenderá.

Hay una escritura secreta que debes leer; es el libro de tu corazón. Cuando abras tu corazón al Amor divino, el texto será abierto y te revelará los misterios de la Sabiduría. Solo puedes leer la escritura en la mágica quietud de la noche del ego, y el lector será tu Alma, que una vez despierta, nunca más dormirá; siempre velará, a la espera de Dios. La luz de la Conciencia Divina será la lámpara que te iluminará para que leas el libro de ocultos arcanos. Debes ir a la noche silenciosa, donde tu ego callará; deja que tu Alma vigilante encienda la lámpara y espera atento mientras el corazón te habla. Sera la voz del Eterno que en tu corazón despierto plasmará, una a una, las letras del lenguaje de tu alma,  en el idioma secreto que destruye para siempre tu ignorancia.

Hay en el corazón un pasaje, que te llevará a un oasis de calma; es la puerta secreta que te conducirá al templo de tu Alma. Allí escucharás la voz de Dios, la dulce canción de la Divinidad que, en efluvios de amor, te embriagará con el elixir de la Sabiduría. Cuando logres ascender a tal altura, en la sagrada montaña de tu Ser, las letras sagradas de la palabra sabia se precipitarán en las tablas sagradas de tu mente bruñida. La divina palabra es silenciosa, pero realmente mágica. Susurra a tu oído y convierte la vibración en luz y ésta en enseñanza, al igual que le canta a la burda piedra en las entrañas silentes de la tierra, para convertirla en amatista y diamante, o a la nube sutil para que caiga y se transforme en cristales de blanca nieve. Es la misma voz que le canta al botón de jazmín para que se abra en la noche y exhale su deliciosa fragancia, y la que inspira el hermoso canto del ruiseñor y de la alondra, que alegran la alborada. Es la ambrosía espiritual que invoca el sagrado poeta, que toca tu corazón y te hace sentir a Dios cuando declama.  Es el poder del nombre de Dios que un santo  pronuncia en alabanza, y le eleva, en éxtasis sagrado, a las divinas mansiones del Alma.

Y ¿cómo llegas a esa secreta puerta que está más allá del vano sentir? ¿Cómo alcanzas el templo sagrado de tu Alma? ¿Cómo conquistas el verdadero corazón espiritual, el reino de la verdad y de la calma?

Solo el corazón secreto habla cuando la ordinaria mente calla. Solo Dios te hablará si te elevas en el silencio profundo del éxtasis del Alma. Y solo lograrás tan alta espiritual levitación, si purificas en verdad tu amoroso corazón, y llamas al Divino con tan profundo anhelo que todos los cielos se estremezcan  con el eco de tu voz, que Su presencia clama. Cuando ya nada en este mundo te perturbe, cuando  solo al Eterno veas como fuente real de todo lo existente, y cuando esta Divina Realidad inmanente sea lo único que en verdad te llama, hallarás el pasaje secreto que te llevará al infinito santuario de los tesoros del Alma, allí donde la Felicidad es plena, la Sabiduría perenne y la Existencia eterna.

Alipur Karim (Abdul Salam)




miércoles, 21 de febrero de 2018


DISCIPULADO No. 28
EL GRAN MAESTRO, EL MAESTRO ARQUERO Y EL DISCIPULO


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Este escrito ha surgido como resultado de la experiencia vivida mientras me hallaba consciente en los mundos superiores en la noche del 3 de enero de 2018, después de haber hecho tres días de seclusión voluntaria.

Al igual que la nieve al caer se convierte en cristales cuya estructura depende del ambiente, adquiriendo infinitas formas, al igual que el agua se precipita en forma de lluvia o de granizo, la sabiduría llega a la mente y adquiere diversas formas de conocimiento. Traducir una experiencia interna arquetípica, al idioma de la mente, no es una fácil tarea, y espero que el ambiente de mi mente y de mi corazón ofrezcan las mejores condiciones para no deformarla y ofrecer una diáfana enseñanza.

Estábamos dos hombres, en un bosque de árboles grandes y hermosos, al pie de una fortaleza con muros de piedra, velando, al raso, en medio de la oscuridad, recostados en un viejo tronco, un tanto adormilados por lo avanzado de la noche, cuando de repente apareció de la nada un Maestro de túnica y capucha, alto, vigoroso, de mirada profunda, larga barba y voz  fuerte pero amorosa.

-No se duerman. El enemigo siempre puede estar cerca, al acecho -dijo.
Nos pusimos de pie al instante echando mano de nuestras espadas. Hizo el Gran Maestro un gesto con la mano y, mirándome con venerable autoridad, enfatizó:
-La espada ya no es tu arma. Desherrumbra tu arco!
-No soy arquero - le repliqué.
-Sí que lo eres. Eres el Maestro arquero. Recuérdalo ahora y busca el arco. Ah! y enséñale a tu discípulo, el de la barba escasa.

Haciendo una respetuosa venia, como muestra de aceptación y de obediencia, hice una seña al hombre que estaba conmigo y corrimos presurosos al interior de la fortaleza, a la armería. Los recuerdos vinieron presurosos a la mente. Allí estaba mi viejo arco y el de mi aprendiz. Salimos con ellos al bosque para no descuidar la vigilancia. Allí aún estaba el Gran Maestro.

-No uses más tu espada. Enváinala, pero llévala contigo por si el enemigo te sorprende demasiado cerca. Ahí, en el combate cuerpo a cuerpo, el arco será inútil. Ahora recuerda y enseña. Basta un instante de silencio. Unas pocas palabras o un símbolo para que la enseñanza arquetípica aparezca, si no duermes, por supuesto. La fortaleza que cuidas es tu Alma. El enemigo es tu ego. La enseñanza se desplegará al retornar a tu cuerpo, en la madrugada.

Diciendo esto, nos envió un rayo de luz y desapareció como llegó, esfumándose en el aire.

Al volver a mi cuerpo en la mañana, los recuerdos eran vívidos. La enseñanza se precipitó con claridad.

Las cuerdas de los arcos eran metálicas y estaban llenas de herrumbre. Con una piedra procedimos a limpiarlas. La de mi compañero se rompió no bien intentó quitarle el orín.

-Ahora recuerdo que solo lo adquirí pero jamás lo usé, porque no pude hallar a un Maestro arquero -me dijo el muchacho, un joven fuerte y decidido de rostro suave, en el que aparecían apenas los primeros vestigios de la barba.
-Ve por un arco nuevo. Ahora es el momento.

Bajo las viejas capas de óxido que parecían corroer toda la cuerda de mi arco, apareció una cuerda más fina, dorada y brillante, de un material fuerte y a la vez flexible. Vino pronto el guerrero con su nuevo arco y empezamos la instrucción.

-Qué tan templada va la cuerda?
-Si muy floja, el arco no disparará la flecha. Si muy tensa no logrará la distancia requerida. Así ha de ser el temple de tu Alma. En los arcos viejos, como el mío, veintidós es la clave. Cuentas mentalmente mientras juntas los dos extremos, los cuales se aproximan, dando a la cuerda la fuerza que impulsa la flecha, y luego anudas la cuerda tres veces. Son veintidós los arcanos de la Kabalah, los senderos del Árbol de la Vida. Arco y arcano tienen la misma raíz. En los arcos modernos, como el tuyo, das veintidós vueltas completas a la tuerca que tiempla la cuerda.

-Y dónde va la flecha?
-Apoyada en la cuerda, que se tensa del medio hacia atrás, y con la vara puesta en la guía, que también está justo en el punto medio del arco. Si en la cuerda o la guía no hay apoyo en el punto medio, la flecha saldrá desviada. No darás en el blanco. Los extremos son peligrosos. Ni la punta ni el apoyo deben acercarse a ellos.

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- Cómo debe ser la cuerda? 
Muy fuerte, para soportar la tensión que dispara la flecha hacia adelante, y a la vez flexible para que pueda dar al impulso y la fuerza requeridas. La cuerda, es tu corazón espiritual. Si es débil, se reventará con la tensión. Si hay dureza, el impulso de la flecha dará un alcance corto. No has de confundir  fortaleza con  dureza. La primera te da Fuerza, la segunda te hace rígido.

-Cómo se sostiene el arco?
La mano izquierda sostiene el arco con firmeza. El da la dirección correcta. La mano derecha hala la flecha hacia atrás apoyada en la cuerda. Recuerda bien: La izquierda  fuerte, le derecha flexible. La izquierda es restrictiva, la derecha expansiva. La izquierda es orden, dirección, organización, disciplina y Conocimiento Superior. La derecha es Sabiduría y Amor. La izquierda es la vasija, el recipiente y la derecha es la luz que se recibe. La cuerda se hala hacia atrás, hacia ti. Tu corazón, tu cuerda es la que da la medida de la intención (in-tensión). Una gran intención te dispara hacia arriba. Una intención débil no te lleva más allá de donde estás.

-Y de qué son las flechas?
La punta y el apoyo son forjados por el herrero en el fuego y moldeados a golpe de martillo. El esmeril le da a la punta el filo necesario, y al apoyo el perfecto acople con la cuerda. El cuerpo de la flecha es de madera liviana, presta a volar sin carga innecesaria. Tus flechas son fuego latente, sabiduría moldeada. Las flechas son de luz cristalizada, sabiduría del alma depurada.

-A donde apunto la flecha?
-Al corazón del enemigo. Al núcleo de la maldad. Es el corazón corrupto sabiduría contaminada. Y recuerda siempre que tu enemigo es el ego. Jamás dispares tus flechas a otros que no sean los esbirros de tu ego. El ego es el capitán de los ejércitos y siempre está rodeado de muchos soldados que se defienden a morir. Como dijo el gran Maestro, no te duermas. El enemigo puede estar cerca, al acecho. Y además tiene espías, infiltrados y traidores en tu propio bando, que se disfrazan con el uniforme de tus soldados.

- Y mi espada?
-Tampoco es más tu arma. Enváinala. Solo has de usarla si el enemigo te sorprende demasiado cerca. Allí tu arco será inútil. Si dejas que el enemigo tome la avanzada, que tu ego domine tus terrenos, si te solazas con el enemigo o de dejas convencer de sus triquiñuelas o pactos falsos, si bebes el vino de tu oponente, cuando te sorprenda, estarás embriagado, y de nada te servirá el conocimiento, ni la disciplina, ni el amor. Si ves el enemigo demasiado cerca desenfunda la espada. Derriba primero a los espías y traidores pensamientos, sentimientos y fuerzas instintivas de baja calaña y luego, cuerpo a cuerpo enfrenta al enemigo. Tal vez saldrás mal herido, pero si sacas tu alma de guerrero espadachín, no perecerás en la batalla. Si huyes cual cobarde, dejando atrás a tus soldados, perderás  armamento y batallones, y estarás solo y con el alma acongojada. Si ves que el enemigo es demasiado grande, antes de atacar emprende mejor la honrosa retirada, y búscate un Maestro guerrero antes de volver a la batalla. Por eso, cambia tus armas. Usa el arco y envaina la espada. Los arqueros no dejan que se acerque demasiado el enemigo. Lo eliminan a prudente distancia. Son la clave de la victoria y protegen a los fuertes espadachines que se enfrentan a las hordas sin control, arriesgando su propia vida. En la cercanía, un puñal fácilmente te viene por la espalda. La inteligencia supera a la fuerza y la distancia prudente es mejor salvaguarda que la bravuconada.

-Donde me ubico en el campo de batalla?
- Sube a lo alto de la torre o a la colina más cercana. El arquero tiene su ventaja si está en un lugar más alto que el enemigo. El arquero es el símbolo del discípulo sincero, de aquel que eleva su nivel espiritual. El discípulo como el arquero deben tener una más amplia perspectiva. El guerrero de la espada es el probacionista o discípulo en probación que aún se enfrentan con sus propios egos en una lucha sin estrategias y se escudan para no salir heridos.

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-Y las flechas, dónde las llevo?
-El carcaj siempre va en la espalda. Con la mano derecha halas tus flechas de luz hacia arriba. Asegúrate de tenerlo lleno. El carcaj representa tu columna vertebral sutil y las flechas de luz son la energía del fuego sutil que asciende por ella.
-Y cuál es la estrategia del arquero?
-Ser ágil, estar siempre atento, calcular bien la distancia para saber el ángulo del tiro, ser silencioso y no permitir que el enemigo se acerque demasiado. Debe estar siempre bien despierto. Recordar que ya no usa  escudo, ni casco como el espadachín, para hacerse más liviano. Es la transparencia del Alma sin coraza.

Recordar además que las flechas van por el aire y debe saber siempre de dónde sopla el viento. Si está a favor de la flecha favorecerá el tiro, pero si es contrario disminuirá la fuerza de la flecha o hará errar el disparo. El aire es el conocimiento. Si es equivocado, hará fallar el objetivo del discípulo, y permitirá la supervivencia del ego, dando además, por el indicio de la flecha errada, la equivocada estratégica posición del que aspira a ganar en la batalla. Dará ventaja al enemigo y le permitirá la avanzada.

También es bueno saber que un buen arquero diezmará fácilmente al enemigo pero un grupo de arqueros bien entrenados y coordinados pondrán prontamente fin a la batalla y se alzarán con la victoria.

-Y cómo habías olvidado ser el Maestro arquero? Cómo dejaste el arco olvidado y su cuerda oxidada?
-El sueño de la muerte es algo pesado. La experiencia no lo es todo pero a menudo se cree que es la madre de la sabiduría. Si bien, al morir, la experiencia es destilada, y se extrae de ella la sabiduría reposada de la divinidad inmersa en el acontecer de los hechos y las cosas de este mundo, al renacer no traemos el recuerdo consciente de nuestras anteriores batallas. Al renacer volvemos a la vida pero nuestra consciencia duerme como el árbol latente en la semilla. Es necesario despertar nuevamente. Nuestro gran Maestro siempre vendrá para recordarnos el entrenamiento. Será necesario como ahora volver a encontrar el arco y quitar el herrumbre de la cuerda, la coraza de óxido del corazón que se forma por un actuar sin consciencia, impulsado por emociones y sentimientos al amparo de una mente condicionada. Entonces, si en verdad fuiste arquero, verás la cuerda dorada, el corazón de luz que surgió de un entrenamiento previo que llevó al surgimiento de la luz de la Sabiduría. La cuerda dorada es sabiduría oculta pero no olvidada.

-Y si la fortaleza es tu alma, ¿por qué estoy aquí también de guardia?
-Tu y yo hacemos parte de una Gran Alma
-Algún consejo más?
-Ve a entrenar, recuerda todos los preceptos; no olvides nada. No se hace un arquero en la noche y se despierta Maestro a la madrugada.