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jueves, 10 de marzo de 2016

DISCIPULADO No. 22
UN BREVE RECUENTO DE MI ENCUENTRO CON EL MAESTRO



En el año 1979, a la edad de 20 años, después de haber vivido innumerables experiencias psíquicas que aún no lograba explicar, a pesar de la extensa lectura de libros esotéricos que había hecho, un poco decepcionado por no entender el sentido real de la vida y de mi destino, frustrado por haber errado en la primera elección de mi carrera universitaria y habiendo perdido mi empleo, decidí hacer un viaje al poblado de Chaparral, ubicado en el departamento del  Tolima, en Colombia. Vivía allí un tío con su familia y quise pasar un tiempo con ellos para despejar mi mente de la nube de incertidumbre que parecía oscurecerla. Allí me ocurriría lo que he dado en llamar mi encuentro con el Sendero.

Hallándome en el lugar antes mencionado, ocurrió un suceso,  misterioso para mi comprensión en aquellos años de juventud. Los hechos sucedieron como se narran a continuación. Me hallaba en el apartamento del  tío en compañía de su hijo. Nos aburríamos sin hacer nada y el primo decidió salir a pasear en bicicleta. Yo no quise acompañarlo. Me quedé solo y me dispuse a ver algún programa en la televisión. Prendí el aparato y me decidí por un canal. El aparato empezó a fallar, a vibrar de manera extraña,  y finalmente se apagó. Creí que había sido suspendido el fluido eléctrico pero no era así, lo cual pude comprobar con la bombilla del cuarto. Pensé que el televisor se había dañado y lo apagué. Me recosté en la cama cuan largo era y con los ojos fijos en el techo, me preparé para relajarme y pensar un poco en mi situación.

Dije mentalmente:

-Oh Dios, si estás ahí dame por favor un poco de luz, una guía, un norte. No sé qué hacer con mi vida e ignoro el rumbo de mi destino. Dímelo tú para no caminar dando palos de ciego. No deseo caminar sin rumbo pero tampoco quiero vivir una vida insulsa. No encuentro un propósito en lo que todos los que me rodean hacen. No quiero enrolarme en el automatismo de sus vidas. Ten compasión de mí y muéstrame el camino, si lo tengo merecido.

De repente, sentí como un zumbido aterrador en el interior de mi cerebro y quedé completamente paralizado, de pies a cabeza. Escasamente podía mover un poco los ojos. No sentí miedo. Alcancé a vislumbrar a mi lado derecho una luz azul tan intensa y hermosa como ninguna luz que algunos ojos humanos hayan visto. Me invadió una extraordinaria sensación de paz. Mi Ser perdió en ese momento la sensación de límites. Me sentía como un Ser infinito, ilimitado del que el cuerpo era apenas una ínfima parte. Sentía que era a la vez todas las cosas de este mundo, como si fuera una vida única manifestada en múltiples formas a la vez y con diferentes grados de consciencia, viviendo existencias simultáneas. No sentía que era yo, tal cual me había conocido hasta ese momento, sino todos los yoes del universo, pero a la vez ninguno en particular. Era una sensación de ser la única cosa existente. Pensé que era el fin de mi vida, que Dios había respondido a mi ruego llevándome a otro mundo, aunque a la vez , en ese estado, comprendía que no había un Dios en otro lado sino que estaba ahí, justo en mí, y me pareció delicioso, pero no era la delicia del placer de los sentidos. Era un gozo inmenso, inexplicable, un gozo espiritual. Sentí que lo que fuera que yo era se estaba difundiendo en el Todo. Y ya no hubo ni siquiera la posibilidad de un pensamiento, pero tenía una clara consciencia de existencia. No sé cuánto tiempo estuve así porque en ese estado no percibí tiempo, ni lugar tampoco. Todo desapareció, hasta mi cuerpo, las paredes, el lugar, la Tierra, todo. No obstante no me sentía en el vacío porque todo era plenitud. Reapareció luego la sensación de un cuerpo individual, perdiendo aquella extraordinaria sensación de consciencia absoluta. En aquel tiempo no sabía cómo se llamaba ese estado de consciencia. Hoy en día claramente lo sé. Ya saliendo del estado exaltado de consciencia,  a mi izquierda divisé un resplandor de luz dorada que me enceguecía y escuché una
voz ininteligible.

 Luego, vi la figura de un hombre muy alto, que vestía como una túnica de luz blanca y cuyo rostro brillaba tan intensamente que su luz me hería las pupilas y me impedía ver sus facciones con claridad. Sus cabellos eran largos, claros y bellos, y sus manos eran blancas y brillantes. Me parecía que su boca me sonreía en el resplandor de su faz. No logré ver más de su rostro. Pensé que era una especie de Angel, alguien que venía por mí para llevarme a otro plano de existencia.  Me miró y quizás sonrió, como adivinando mis pensamientos. Cuando traté de observarlo con más detenimiento, desapareció, pero volvió a aparecer al otro lado de la cama en un abrir y cerrar de ojos. Traté de mirarlo nuevamente y volvió a cambiar de sitio tan misteriosamente como antes. A su lado percibí la presencia de otro hombre, más visible él, de menor tamaño y alcancé a escuchar un corto diálogo entre ellos.

-¿Es este el hombre? – preguntó el más pequeño-.
-Sí. Este es el sujeto – contestó el segundo-.
-¿Está seguro Maestro?
-Completamente – confirmó el hombre luminoso-.

Me invadió una gran sensación de paz, de amor y de felicidad nunca antes vivida. Luego, los hombres desaparecieron tras la puerta de la habitación y yo recobré mis movimientos. Me incorporé y salí en su busca pero todo fue inútil. Yo estaba solo, completamente solo en el apartamento. Ensayé el televisor y vi con asombro que funcionaba perfectamente.

¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué brillaba así? ¿Por qué yo había quedado paralizado? ¿ Quién era su acompañante?¿Por qué aquella sensación de amor y paz, jamás antes vivida? La respuesta a estas preguntas vendría a saberlas años después. Aquel encuentro misterioso vino a cambiar mi vida. Vino a ser el comienzo de una nueva existencia que me enseñaría a explorar confines más altos, horizontes supremos, cumbres de felicidad. Aquel encuentro misterioso haría que yo encontrara el verdadero sendero de mi vida. En aquel día, que mi ser jamás olvida, siento que verdaderamente morí y al resucitar yo era otro, tenía otra consciencia , otro corazón o tal vez fuera el mismo pero colmado de amor, de un inconmensurable amor por todo y a la vez por nada. Tenía esperanza y la maravillosa sensación de estar conectado invisiblemente con todas las cosas.

Siempre he considerado que todos los acontecimientos ocurridos durante mi infancia y mi adolescencia, todo ese matiz de dolor y sufrimiento, esa extraña impresionabilidad de mi carácter, ese bullicioso ir y venir de mis ideas en busca de la verdad, fueron sin duda alguna el preludio de los fantásticos acontecimientos que habrían de sobrevenir en el futuro y fueron una preparación previa a la gran escuela en la que se convertiría mi vida.

Luego de mi viaje a Chaparral, empezaron a ocurrirme cosas muy raras, aún más extrañas de las que me habían ocurrido. Recuerdo una ocasión en que me hallaba haciendo un dibujo a escala. Me hallaba en una habitación, completamente solo, sentado frente a una mesita sobre la cual trabajaba. Tenía mi escuadra favorita y con ella hacia los trazos, pero no estaba graduada, por lo cual tenía que tomar las medidas con una escala. Trabajaba divertidamente y con calma cuando de repente noté que mi escuadra había desaparecido. Yo pensé de inmediato que podía tratarse de algo que suele suceder muchas veces a cualquier persona. Cuando la mente está agotada por un exceso de trabajo, algún objeto se nos pierde de repente, pero se trata de una pérdida irreal, pues en verdad el objeto está junto a nosotros, medianamente oculto, tal vez por alguna hoja u otro implemento. Traté por todos los medios de convencerme de que era materialmente imposible que un objeto común y corriente desapareciera instantáneamente de mi vista. Sin moverme de la silla, busqué por todos los rincones y bajo todos los objetos que tenía conmigo. Revisé la mesita, previendo que mecánicamente hubiera guardado la escuadra. Media hora más tarde, revisé por completo toda la habitación. Luego salí de ella. En la casa sólo se hallaba mi madre, ocupada en el lavadero. Por si las dudas, le pregunté si ella había entrado en la habitación o me había visto salir de ella. Todo fue en vano, mi escuadra favorita desapareció.


Al día siguiente, pensando en aquel misterioso incidente, tuve la repentina idea de leer la Biblia. Acudí a la biblioteca, tomé el libro y lo abrí al azar. Allí estaba mi escuadra!! Mis ojos se fijaron en un pasaje del texto que decía: “... todo aquel que pide recibe, y el que busca halla y a todo aquel que llama se le abrirá”. Yo sabía que tenía que haber una explicación lógica a aquella situación. Sentí que era un mensaje, una respuesta que me indicaba que una puerta se iba a abrir.

 A fines de 1979, volví a tener otras apariciones. Un fin de semana en casa, me encontraba en la puerta de la cocina, charlando amenamente con mi madre cuando, de pronto vimos  que en mi habitación había un gran resplandor. Tuve miedo de un incendio. Mi madre también vio aquel brillo. Corrí al cuarto y al penetrar en él, vi nuevamente al mismo sujeto luminoso que había observado durante mis vacaciones en Chaparral. Estaba sobre mi cama, flotando, muy sonriente. Brillaba con una luz que hería mis pupilas. Sólo me miró profundamente y desapareció.

Realmente comenzaba a inquietarme aquel misterioso sujeto. Al verlo por segunda vez no sentí miedo y sólo desee que si aquello no era producto de mi imaginación, pudiera comunicarme con tan extraño personaje.

Muy pocos días después, tuve la idea de pintar un cuadro. Me pasé un día entero en ello, hasta que lo terminé. Una vez hube acabado, fui a mostrarlo a mi madre para conocer su opinión. A ella le pareció bello el trabajo. Cuando regresé al recinto donde había estado pintando, oí que alguien me preguntó:
-¿Ya terminaste el cuadro?
-Nada más falta la firma y ya está listo -contesté mecánicamente sin fijarme en el que me hablaba-.
 Instantes después, me volví a mirar al que me hablaba y vi al personaje de blanco, sentado en la silla, mirándome sonriente. Me serené, lo observé fijamente y trate de hablarle, pero como siempre, desapareció ante mis ojos. En esa ocasión, me convencí de que aquello era completamente real y que si el sujeto no lo era, por lo menos su imagen sí, y que llegaba hasta mí en una forma que yo desconocía.

El día 24 de Diciembre de 1979, íbamos a hacer una reunión en casa, para celebrar la navidad. La invitación era para las primeras horas de la noche, pero ya daban las once y no había llegado ni uno solo de los invitados. Y me encontraba muy confundido, lleno de un sentimiento, mezcla de ira y de tristeza. Esta última terminó por apoderarse de mí y decidí irme a dormir. Cuando elevaba al cielo una oración para recuperar la paz, antes de acostarme, sentí que tras de mi había una persona. Una de sus manos se posó en uno de mis hombros y en mi mente sentí una voz:

-¿Por qué estás triste? - La sorpresa me hizo temblar de pies a cabeza y creo que debí ponerme lívido del susto.
- No te vuelvas - dijo la voz.
- Soy el mismo ser a quien has visto en tres ocasiones. No me preguntes quién soy. Cierra los ojos y escucha con atención. Ya no estés más triste por los invitados. Todos llegarán a las doce de la noche y estarás contento con los tuyos -.
- ¿Quién eres?- interrumpí.
- Mi nombre poco importa, mi forma tampoco . Soy un amigo tuyo que te conoce desde hace mucho, desde antes de que nacieras en esta vida. Quiero hacer un trato contigo, pero antes es necesario que te acostumbres sin temor a mi presencia. No tienes nada de que temer. No soy espíritu bajo ni fantasma, ni tampoco el producto de una alucinación. Las imágenes que ves de mí, son proyecciones tridimensionales de mi cuerpo verdadero que llega a ti por medio de algo que se llama tele transportación o precipitación. Piensa en esto y cuando ya no temas volveré contigo-.

Y se fue, sin más ni más. A las doce en punto llegaron los invitados para desearnos feliz navidad. Sobra decir que estuve muy contento, como me lo había anunciado aquel hombre de blanco.

Días después le volví a ver. Me hallaba de aventura en una tierra lejana, caminando en la noche en campo abierto. Busqué una carretera pero no me aventuré a caminar por ella. Sólo quería que me sirviera de guía para no extraviarme. Al rato, escuché claramente unos gritos en medio de la noche. Al parecer, eran de una persona muy pequeña. Me acerqué, agazapándome cuidadosamente, hacia el lugar de donde provenían los gritos y vi un poco más adelante a un hombre que intentaba violar a una niña de unos once o doce años. El sujeto parecía un animal desesperado. La golpeaba y desgarraba sus ropas en una forma miserable. La niña se defendía tratando de escapar. Me pareció que el hombre no estaba armado. Yo no pude soportar el espectáculo y decidí actuar.

- Suelte a la niña, desgraciado! - le grité.

El hombre se sintió sorprendido al principio pero luego se volvió contra mí, lanzando los peores insultos. Desenfundó un cuchillo que llevaba a la cintura y se arrojó contra mí. Su velocidad fue tal que no pude esquivarlo y me propinó una violenta puñalada en el abdomen, dejándome enterrado el cuchillo. También me cortó en un dedo casi instantáneamente. Cuando el sujeto me vio derrumbado en el suelo se asustó y huyó ante la visión de mis ropas empapadas de sangre, la cual también empezó a escurrirme por la boca. La niña estaba tirada en el suelo, casi desnuda, llorando de terror. Se asustó enormemente, se levantó presurosa y echó a correr.

- No me dejes así - Le grité ahogadamente. Por favor vaya a buscar ayuda, que me estoy muriendo! -.

La pequeña salió corriendo y se perdió en la noche, que entonces me pareció tan negra como nunca. Me quedé allí tirado, bocarriba, esperando que mi corazón dejara de latir en cualquier momento, mirando desesperadamente cómo un río de sangre corría sobre mi cuerpo. No se por cuánto tiempo permanecí así, deseando que alguien apareciera para ayudarme. Cuando ya me creía desfallecer, vi una luz que se acercaba y sentí un poco de alivio. Trataba en vano de observar quién era el que acudía hasta mí pero la luz era cada vez más fuerte y me enceguecía. A lo lejos pude ver al fin tres figuras resplandecientes que avanzaban hacia mí. Eran dos hombres ancianos y uno joven que caminaba en medio de los otros. Vestían túnicas blancas y calzaban sus pies con sandalias color oro. El joven era el misterioso personaje de blanco, a quien ya había visto en otras oportunidades. Pensé que esta vez sí había muerto y que los mensajeros de un mundo extraño venían a recoger mi espíritu para guiarlo a lejanas regiones del infinito. Sin embargo, aún no era mi hora.

- Nada temas. No has muerto ni morirás ahora. He venido para ayudarte - me dijo el hombre joven.

Yo no podía hablar y tenía el cuerpo entumecido, sin fuerzas. Los dos ancianos permanecían en silencio. Alcancé a ver que uno de ellos tenía la piel negra o azul oscura, pero sus cabellos no eran ensortijados y brillaba como la luna nueva, al igual que los otros dos hombres. Mi quitaron mi camisa desgarrada y limpiaron un poco la herida con un lienzo blanco. La sangre seguía saliendo. El joven colocó sus manos sobre mi cabeza y los dos ancianos se colocaron uno a cada lado de mi cuerpo.

Del lado opuesto al lugar de aparición de los tres sujetos misteriosos, apareció un viejo armado de una escopeta y acompañado por una niña. Era la pequeña que yo había salvado de ser violentada físicamente. Al ver la maravillosa brillantez de aquellos sujetos, creyeron que se trataba de una aparición celestial, porque cayeron de rodillas santiguándose.

- Bendito y alabado sea Dios - dijo el viejo.

Los hombres de blanco callaron, les hicieron señas para que se incorporaran y les indicaron que guardaran silencio. El viejo y la niña se quedaron quietos, absortos, con los ojos desorbitados, contemplando algo que jamás  habían visto. 

Las manos del joven vibraban sobre mi cabeza. Los ancianos volvieron a limpiarme la sangre y luego colocaron sobre la herida un lienzo de color azul, de un azul más hermoso que el color del cielo y que me recordaba aquella luz que había visto durante la primera aparición en el poblado de Chaparral. Encima del lienzo colocaron sus manos, una sobre otra. Luego cerraron sus ojos. Sus dedos despedían una extraña luminiscencia del mismo color del paño que me habían colocado. Al cabo de un rato, los hombres se miraron entre sí. El hombre retiró sus manos de mi cabeza y los ancianos fueron quitando poco a poco las suyas de mi vientre. Cuando quitaron el lienzo, no se veía ni una sola gota de sangre, ninguna herida, ni siquiera el más leve rasguño, ni el más leve indicio de que hubiera sido herido. El viejo y la niña volvieron a santiguarse.

- Volveremos a encontrarnos - dijo uno de los ancianos.
- Volveré cuando sea tiempo - dijo el joven.

Y se fueron tal y como habían venido, diciendo adiós con la mano a la niña y al viejo quienes aún no salían de estupor. En el suelo, junto a mí, había un charco de sangre como fiel testimonio de que aquello no había sido un sueño o una alucinación colectiva…

Fue en diciembre cuando volví a ver al hombre de blanco, en la primera aparición nítida que recuerde. Había más que meditado sobre el asunto y por aquel entonces yo no sentía miedo a lo desconocido. Tenía la plena seguridad de que no estamos solos en el universo, no somos los seres más evolucionados ni tampoco los más atrasados habitantes del cosmos. Deseaba aclarar todo el misterio de aquellos hombres que desde algún desconocido lugar venían hasta mí. Tenía un profunda sed de saber, de conocer, de hallar una respuesta satisfactoria a todos mis interrogantes. Hasta se puede decir que estaba esperando la visita de aquel extraño amigo.

En aquel diciembre me encontraba solo en casa y había estado todo el día presintiendo aquella visita. Por la tarde, el aire se llenó de un sutil aroma. Escuché ruidos extraños en mi cuarto y fui a investigar. Cuando penetré en la habitación, ésta se iluminó por completo. Supe que había llegado el momento. Cerré la puerta a mis espaldas y esperé, con el corazón palpitante de emoción profunda. Minutos después apareció él, sonriente como siempre, muy resplandeciente. La visión era muy clara. Era un espectáculo que tal vez muy pocos ojos habrían visto aquí en la Tierra. Esta vez no usaba túnica blanca ni sandalias. Llevaba puesto un vestido que se amoldaba perfectamente a su cuerpo. Parecía de algodón y por ningún lado se veían cremalleras, cierres o costuras. Era de una sola pieza de tela, de color blanco o crema muy claro. No llevaba cinturón. Calzaba unas botas del mismo color de su vestido, de un material parecido al cuero, pero estoy seguro de que no eran de esta material. En la mano derecha traía puesta una pulsera de color verde brillante, hecha de un material cristalino muy similar a la esmeralda y que despedía hermosos destellos. Más tarde sabría que aquella pulsera no era precisamente un adorno.

Se paró frente a mí con los brazos cruzados sobre el pecho.

- Ha llegado el tiempo de que hablemos - dijo.

Fue la primera vez que le vi mover los labios y que escuche su voz verdaderamente. Siempre le había sentido en mi pensamiento.

- He estado esperándolo - dije. Hay muchas cosas que me gustaría saber y creo que es usted la persona más indicada para explicármelas.

-Vamos al grano joven- dijo él. Creo que ya has desechado de tu mente la idea de que soy un fantasma o el producto de tu desbocada imaginación. Y ya que te has convencido de que soy un ser viviente real y tangible, podemos hablar tranquilamente. Soy uno de los muchos habitantes de un mundo distante, muy lejano a la Tierra, a unos 443 años luz, de una región del espacio conocida por ustedes como Pléyades o M 45. Habité en un lugar de esos que ustedes llaman planetas. El mío es un poco más pequeño que la Tierra y con menos habitantes. Según la nomenclatura terrestre gira en torno de la estrella Alcione. No hay allí una vida como la de ustedes. Los planetas pleyadianos apenas están en formación, dentro de un nuevo ciclo de renacimiento cósmico. Nuestra vida allí se ha desarrollado en niveles o mundos de vibración etérica, pero somos civilizaciones muy antiguas, reemergiendo de una oscura noche estelar. Luego te contaré cómo es. Allí soy conocido como un viajero del espacio, un investigador del Cosmos como lo llamarían ustedes. Tengo la misión de explorar otras regiones del espacio diferentes a nuestro sistema, en busca de otras formas de vida, para comprobar si se ajustan a nuestro tipo de evolución, pues tratamos de descubrir la manera como nuestros antepasados evolucionaron física y mentalmente hasta llegar al estado en que nos encontramos…Actualmente, algunos de nosotros trabajamos ayudando en la instrucción espiritual de seres seleccionados que han sido considerados aptos para recibir un adelanto en este planeta. Hemos sido fundadores de un sistema de Jerarquía Espiritual desde hace millones de años…

Algunos días después de ocurridos los hechos anteriormente descritos, fue cuando comenzó realmente mi entrenamiento. Mi Maestro, como di en llamar a mi amigo, el personaje joven que en un principio vi con una blanca vestidura y brillo resplandeciente, volvió a aparecer. Fue en un parque cercano a mi casa. Hacía un día maravilloso y yo quise salir a asolearme un poco, a observar a los chiquillos que correteaban felices y a los adolescente que practicaban sus deportes favoritos. Estaba muy distraído observando a un joven que se ocupaba de entrenar a un perro de fina clase, con una pelota y un palo especial, cuando de pronto, sentí que una mano se poso sobre mi hombro. Me causó una gran sorpresa al ver allí al Maestro, en medio de tanta gente, sin preocuparse de que alguien lo estuviera mirando.

- Sólo tú me puedes ver ahora. No te preocupes. Debemos empezar hoy con nuestro trabajo. Será mejor que vayas a tu casa. Allí te espero.

Cuando entré a mi cuarto, estaba allí, sentado sobre mi cama, con los brazos descansando tranquilamente sobre las piernas. Me miro sonriente y luego empezó a hablarme muy afablemente, como si fuéramos amigos de infancia, como si fuéramos profesor y alumno.

Para decir las cosas tal y como él me las dijo a mí, creo que le hacen falta palabras a mi léxico personal y tal vez a mi idioma. Nunca he sido capaz de igualar la riqueza verbal de todo cuanto dijo, ni la certeza de sus palabras. Nunca dijo nada que no fuera necesario ni abrió sus labios para decir palabras que no enseñasen nada. Todo cuanto dijo me ha parecido siempre muy sensato. Así es que para no dañar sus palabras al transcribirlas, diré casi todo cuanto me fue enseñado con mis propios términos, procurando que el sentido de cada párrafo sea el mismo que él quiso darle a sus enseñanzas. Siempre me ha hablado en mi propio idioma cuando lo hace verbalmente. La transmisión suele ser telepática y mi cerebro interpreta las ondas mentales y las traduce a un lenguaje conocido…

Días después volví a reunirme con el maestro. Fue una entrevista breve. Yo me había acostumbrado a no preguntar demasiado porque sabía de sobra que hay muchas cosas que sólo debemos saber a su debido tiempo. Me limitaba a seguir las enseñanzas de mi amigo y preceptor. Suponía que  debía llevar un orden lógico.

Ese día, mi preceptor fue bastante lacónico. Se limitó a decirme que muy pronto debería asistir a una reunión con varios de ellos porque en adelante ya no sería él solo el encargado del entrenamiento, puesto que la complejidad de las prácticas requería bastante tiempo y yo bien sabía que otras personas debían ser instruidas al igual que yo. Dijo que con el tiempo la educación podría ser en grupo pero aún no estábamos preparados para ello y era preciso recibir primero otro tipo de enseñanza. Y se fue sin decir más.

Tres días después, dormía tranquilamente en mi casa cuando fui despertado por el Maestro.

- Voy a llevarte afuera- me dijo.
Yo me apresuré a levantarme pero él me detuvo.
- Te llevaré afuera pero sin necesidad de que lleves tu cuerpo contigo.

Note que su voz era más clara, más natural, aunque él no movía sus labios para hablarme. Yo escuchaba su voz en mi mente, tal cual era. También noté que su imagen no era la misma de siempre. Todo su cuerpo brillaba de una manera muy especial. Sobre su cabeza veía un aura inmensa, dorada que me inspiraba un profundo respeto. Podía también ver cómo en el interior de su cuerpo giraban en diferentes direcciones una serie de corrientes, lumínicas, de diversos colores. Su imagen era un espectáculo maravilloso ante el cual yo me quedé asombrado.

- No temas, ya te explicaré por qué mi imagen es diferente hoy- me dijo sin que yo le preguntara nada. Duerme un poco que ya regreso.

Me recosté, procurando conciliar el sueño, practicando un ejercicio de relajación física que él una vez me enseñara.

Un rato después me vi flotando en mi habitación. El Maestro estaba a mi lado flotando también. Me indicó que mirara hacia abajo. Allí, sobre el lecho, se hallaba mi cuerpo descansando tranquilamente, bajo las frazadas. Podía ver la cabeza descubierta que reposaba sobre la almohada. Parecía dormir. Yo, allí en el espacio, me encontraba muy tranquilo ante la presencia del Maestro. Estaba feliz de poder vivir aquella experiencia maravillosa. Un cordón, energético, luminiscente, me unía al cuerpo dormido; era el famoso cordón de plata del cual ya tenía noticias pues no era la primera vez que yo abandonaba mi cuerpo conscientemente.

Mi amigo me condujo a través del techo de mi casa. Todo se veía como si aún contempláramos todo en una perspectiva de tres dimensiones. Nos elevamos lo suficiente como para poder contemplar el maravilloso espectáculo de la ciudad que dormía. Las luces del alumbrado y el reflejo de la luna dejaban adivinar las sutiles casas, edificios y avenidas. Uno que otro vehículo circulaba por las calles. Se veían otras personas flotando en el espacio, como suspendidas por hilos misteriosos e invisibles.

Duermen realmente -dijo mi educador. Lo que ves etérico, pero es aún parte del nivel físico de tu mundo. Aunque a veces parecen actuar con cierta naturalidad, al despertar no recordarán nada de lo que están haciendo.

 Era realmente bello el contemplar miles de cordones de plata que salían de los techos de casas y edificios y se unían a los cuerpos astrales de sus dueños, pero me entristecía el pensar que verdaderamente eran muy pocos los que disfrutaban de aquella fantástica libertad.

Recorrimos velozmente, a muchos metros de altura, bastantes kilómetros. Yo no sentía frío, ni hambre ni nada que me incomodara. Mi cuerpo también brillaba como el del Maestro. Mientras volábamos mi gran amigo me dijo:

Lo que estás viendo ante ti hoy, es mi imagen tridimensional, no es mi imagen tele transportada. Estas viendo mi cuerpo astral, mi propio cuerpo espiritual. Vamos a reunirnos con algunos de los míos y con unos amigos tuyos. Yo me sorprendí.

- Maestro, pero si estoy en piyama.
El sonrió.

- Vístete como desees- me dijo. Las cosas que has aprendido son verídicas. Imagina el vestido que quieras y de inmediato te verás con él. Ahora estamos entrando en otro nivel de vibración donde la energía es más plástica. Hemos salido del campo físico.

Pensé en un traje como el que él llevaba puesto, sin ninguna costura. No bien lo hube imaginado, mi cuerpo se hallaba vestido como yo quería.

- Vas haciendo progresos, amigo mío. Recuerda siempre que en los mundos actuales tu mente es maestra, es creadora. En este nivel o mundo puedes construir lo que desees con tu imaginación y con tu pensamiento. En esta dimensión no tienes las limitaciones de tu cuerpo físico. Eres libre, tan libre como Juan Salvador Gaviota el personaje del libro que tanto lees. Eres más libre que el viento.

Yo me sentía conmovido. No sabía en qué lugar nos encontrábamos pero tampoco me importaba preguntarlo. La conciencia se fue alterando, al punto que muchas de las cosas habituales habían desaparecido de nuestra vista y el espacio y el tiempo parecían trastocarse. Muchas cosas aparecían frente a nosotros como resultado inmediato de la construcción de imágenes mentales. Sin embargo, nada parecía ser sólido realmente, Todo parecía ser inter penetrable.

 Bajamos a una hermosa playa donde nos esperaba un grupo de personas. Reconocí a los ancianos instructores que ya había visto antes. También estaban unos ecuatorianos amigos míos y con ellos Antonio Rosero. La sorpresa fue tan grande que nuestros cuerpos espirituales estuvieron a punto de ser regresados a los cuerpos físicos. Luego, vi que junto a los ancianos se encontraban unas mujeres muy hermosas y reconocí que no eran habitantes de la Tierra. Miré a mi amigo instructor,  extrañado.

- Son de las nuestras- dijo él.             

Nos saludaron con una sonrisa que nos hacía sentir una dulce sensación de armonía y afecto. Luego nos sentamos en círculo sobre las arenas de aquella etérica playa. Éramos en total dieciséis personas. Tres maestros de noble aspecto que parecía tener bastantes años encima, tres hermosas damas y un  instructor joven, el hombre de blanco, conformaban el grupo de los instructores. Los alumnos éramos nueve. Dieciséis cordones plateados se alejaban de nosotros, comunicándonos con nuestros lejanos cuerpos que dormitaban en tres países y dos sistemas planetarios diferentes.

Uno de los monitores tomó la voz del grupo. Nos habló de lo maravilloso en infinito del Universo y lo comparó con nuestro cuerpo físico, diciendo que éste, al igual que el cosmos, tiene infinitas dimensiones y muchos lugares inexplorados por el ser humano. Ya habíamos comprobado la existencia de una parte espiritual además de nuestro cuerpo físico pero aún nos hacía falta mucho. Se habló de la constitución estructural del hombre, de los planos materiales, energéticos y espirituales que lo conforman, de innumerables facultades que todos podríamos desarrollar y de los múltiples usos del cerebro y de la mente. Verdaderamente el ser humano fue creado a imagen y semejanza del Eterno -dijo una de las mujeres- Ella continúo hablando y dijo: para conocer y emplear las facultades que hemos logrado desarrollar, nos fue necesario investigar a fondo sobre la composición del hombre. Lo que hemos logrado averiguar ya lo saben la mayoría de ustedes como estudiantes nuestros. Si en algo tuvieran dudas deben de consultar después con sus respectivos instructores pues esta parte es muy importante.
Yo entendí que la mujer se refería a los conocimientos adquiridos durante mi adolescencia investigativa. Ignoraba cómo y cuándo mis amigos habían adquirido tales conocimientos pero era indudable que los poseían. Si no, es posible que nunca hubieran estado allí.

Un anciano maestro, el que parecía ser el principal, a juzgar por su apariencia y por el gran respeto que infundía, aún a los otros instructores, nos dijo que seríamos entrenados de una manera especial para que pudiéramos utilizar la visión del mundo en sus planos superiores. Debíamos aprender a observar el aura humana en estado consciente así como las corrientes de los centros de energía de los organismos vivientes. De ahí en adelante, el entrenamiento sería un tanto riguroso y deberíamos tener ciertas limitaciones en nuestras costumbres. Deberíamos educar definitivamente nuestro carácter, doblegar a nuestro ego y conocer ampliamente las características del mundo que nos rodea, de las gentes que habitaban a nuestro alrededor, para comprender la diferencia radical entre un ser humano que evoluciona rápidamente y otro cuya evolución está estancada o restringida por sus condiciones de vida.

La reunión terminó al amanecer. Nos despedimos y regresamos por nuestra cuenta a nuestros dormidos cuerpos. Maravilloso el fenómeno de expansión y contracción del cordón de plata!

Por alguna razón que desconozco, a pesar de que ya se me había advertido que la instrucción vendría ahora de varios maestros, únicamente seguí recibiendo lecciones de mi ya conocido educador. Sólo veía a otros de los suyos cuando hacíamos desplazamientos nocturnos…
A mis veinticuatro años de edad, habiendo recorrido un sendero maravilloso, había  hollado la vía de la evolución en mi última encarnación. Había llegado a la comprensión de profundas verdades, a través de la adquisición de los conocimientos de que hablé en estos apartes de mis memorias, y gracias a la comunicación con muchos otros seres humanos o espirituales que conviven con nosotros en la infinitud del universo. De otra manera hubiera tenido que vivir muchos siglos antes de que pudiera haber llegado a vislumbrar siquiera  la grandeza del hombre.

Finalmente, quienes comprendan esta magnificencia humana y aspiren a escalar rápidamente los peldaños de la vía de la evolución se preguntarán si no son ellos merecedores de adquirir las verdades aquí esbozadas. Y yo, ¿qué podré responderles?  ¿Acaso les diré que no se lo merecen? Tal vez no sabría decirlo a ciencia cierta pues sólo Dios, el Eterno, es el más profundo conocedor de los designios universales.                              

Se, sin embargo, que a pesar de la aterradora corrupción del mundo, que a pesar del estancamiento mental, físico, sociológico y espiritual del género humano de la Tierra, aún existen personas en cuyo corazón habita la bondad y que son merecedores de levantar la cabeza sobre la podredumbre y la maldad que acechan el corazón del ser humano. A todos les diré entonces que recuerden la ley del Equilibrio Universal. A todos les diré que nada hay sobre la Tierra o en todo el Universo que escape a esta ley. No existe sufrimiento alguno que el hombre no tenga merecido. No existe alegría ni satisfacción que no haya ganado el individuo. Nada de lo que puede pasarnos es injusto. Todo no es más que el resultado de nuestras acciones pasadas. Si éstas fueron acordes con las leyes del amor, de la ciencia y de la paz del Cosmos, nada malo nos sobrevendrá y nos haremos poseedores de todas aquellas verdades y de todos aquellos dones a los que tengamos derecho. Si, por el contrario, nuestras acciones fueron ruines, mezquinas, si en nuestra mente y en nuestro corazón habitó el odio o la envidia o la maldad del mundo, tenemos que esperar un duro proceso,  traducido en sufrimiento, en imposibilidad de alcanzar lo que otros pueden lograr con gran facilidad.

Nuestra consciencia es imparcial y está más allá de todo estado psíquico humano. Nuestra verdadera consciencia es la voz infinita del Eterno, es la voz real del Espíritu Virginal del hombre, que no admite ni el más leve asomo de maldad. Nuestra verdadera consciencia es la medida perfecta de la existencia humana, por cuanto es el sello infinito de semejanza entre el hombre y Dios que el Universo imprimió en todos los espíritus del Cosmos.

Así, amigo mío, no desesperes por encontrar tu camino. Más bien cultiva la virtud de la paciencia porque bien es cierto lo que una vez leí de un pensador de alto rango: “Cuando el alumno está preparado y dispuesto, entonces aparecerá el maestro y sólo entonces”. Si no has encontrado la identidad y la guía de tu propia existencia, quizás aún no estás preparado para el siguiente paso de tu evolución o tal vez no estés dispuesto.

Cuando escribí estas líneas, hace unos 36 años, aún no había terminado mi entrenamiento con el maestro. Aún continuaba mi compromiso. No sé hasta cuándo pero si es preciso continuaré hasta el final de mis días, con tal de conocer aunque sea una mínima parte de la infinita verdad que involucra nuestro ser, y de nuestro universo. Quiero hacer llegar a quienes en este punto no han abandonado mi lectura, una voz de esperanza. Algún día seremos una raza superior aunque para ello sea preciso que cambiemos de planeta, de sistema o de galaxia. Y esa raza la conformaremos todos, absolutamente todos los que pisan esta Tierra, sin excepción alguna. Quizás unos primero y otros luego, pero al final, aunque pasen muchos siglos, todos llegaremos alto en la infinita espiral de la evolución eterna del Espíritu. Nadie es más que nadie y todos tarde o temprano seremos dignos merecedores de recibir los dones de Dios porque aún en el corazón del ser más maligno habita la semilla de la bondad.

Si bien mi entrenamiento no había concluido, el maestro había terminado una parte de la investigación que le fue encomendada. La senda de la evolución perece ser única e igual para toda la especie humana habitante en los siete sistemas solares hermanos, en diferentes niveles de vibración o mundos, independientemente del lugar en donde esté. Por lo menos eso se ha visto en los varios planetas habitados que ha conocido el maestro. Ha sido comprobado en gran parte que el género denominado por nosotros como humano que habita en la Tierra es similar al género humano al cual pertenece el maestro y a muchos otros en muchas galaxias a la redonda, si bien hay sustanciales diferencias externas, biológicas y estructurales…

A pesar de que estuvo aparentemente distante algún tiempo, durante todos estos años el Maestro ha permanecido muy cercano dándome siempre las mejores pautas en el Sendero. Vale la pena mencionar algunas de sus apariciones e intervenciones.

 

En el año 1991, siguiendo un mensaje de un sueño que me indicaba ir a Montserrat, hice un viaje a España con el ánimo de hallar algún contacto que me permitiera dar enseñanza en el viejo continente. El Maestro apareció mientras oraba a la Virgen en la Catedral de Monserrat y fue claramente visto por Dominique,  la amiga que nos había llevado hasta el lugar. Allí, el hombre de blanco me dijo que solo había ido a aquel lugar para recoger el rastro energético de una vida pasada, el cual era parte de un sello iniciático. En ese lugar habían sido salvaguardados, durante cierto tiempo, algunos secretos de los antiguos templarios, con los cuales estuve vinculado. No lo entendí en ese momento pero esto se aclaró años después. El Maestro me dijo que mi trabajo era en América y que debía regresar para dar enseñanza en los Estados Unidos y en varios países de Centro y Suramérica. Me dijo que debía realizar una gran labor en mi país de nacimiento y que para eso había sido preparado y recibiría instrucción futura. Afirmó: “no te preocupes, todas las puertas te serán abiertas y todos los caminos te serán mostrados..”. Fue un verdadero vaticinio de la labor que he venido desarrollando durante todos estos años.

En otra ocasión, perteneciendo por ese entonces a una fraternidad de estudios esotéricos, había hecho los estudios y prácticas correspondientes al grado de probación, de acuerdo con sus reglamentos. Desee optar por el siguiente grado que era el de discípulo pero en verdad no había en esa institución ningún Maestro visible encarnado que en verdad pudiera otorgar ese grado, así que lo pedí a cualquier Maestro invisible que pudiera hacerlo. El día convenido, un ser apareció ante mi vista, vuelto de espalda y envuelto en una capa negra. Me sorprendí enormemente y confieso que hasta temí una mala jugada, pero mi sorpresa siguió en aumento cuando al preguntar de quién se trataba y por qué estaba oculto, el ser se volteó, mientras su vestidura cambiaba a un blanco reluciente. Era el Maestro, el hombre de blanco de siempre.
-¿Qué haces aquí?-inquirí.
- Estás pidiendo el discipulado. No necesitas hacer eso. Aún no te das cuenta de que hace muchos años eres un discípulo?
-¿Perteneces a esta fraternidad?
- No a la fraternidad, pero sí a la Orden Interna. En verdad trabajo con varias de ellas, investigando los linajes de los Rayos. Es posible que en un corto tiempo no esté más en esta Orden de Misterios….Mostrando 20160309_224113.jpgMostrando 20160309_224113.jpg



Otra vez, mientras daba en USA un seminario sobre Sanación espiritual, el Maestro apareció allí durante la instrucción. Su presencia, su eneMostrando 20160309_224113.jpgrgía fue sentida por varios de los asistentes, y todos los presentes vimos como una pequeña rosa casi marchita que me regaló una mujer y que había colocado en un vaso con agua, para tratar de que reviviera, lo hizo de forma instantánea, como en cámara rápida y alcanzó un gran tamaño. Todo el ambiente fue impregnado de una gran energía.

En otra ocasión mientras recibía un alineamiento para obtener el Tercer grado de entrenamiento en Reiki, la Instructora se quedó quieta y dejó de hacer la secuencia. El Maestro apareció allí para hacer los alineamientos. Al final pregunté a la iniciadora qué había pasado. Ella afirmó que había visto al Maestro hacer la iniciación y por eso permaneció respetuosamente en silencio. Ella no sabía hasta ese momento de su existencia. Lo describió como yo usualmente le veía.

Muchos contactos he tenido desde la primera ocasión con mi querido Instructor. Todo mi entrenamiento espiritual y enseñanzas esotéricas profundas provinieron de él…

Había estado dando seminarios de instrucción aislados durante muchos años en los países que un día vaticinó mi gran Amigo. En el año 2012 el Maestro sugirió que comenzará el trabajo de los grupos de discipulado, saliendo del anonimato, lo cual acaté, siguiendo paso a paso sus instrucciones.

Comenzamos entonces con la dinámica de seminarios, convocaciones, satsangs  y grupos de estudio. Los estudiantes preguntaban cómo se llamaba el Maestro. Después de tantos años no lo sabía en realidad. El siempre decía que no importaba el nombre ni la forma. Pregunté con gran respeto nuevamente al Maestro acerca de qué debía decir a los aspirantes. Me dijo que cualquier nombre que mi intuición me dijera estaría bien. Me surgió en ese instante decirle Maestro K. y él dijo que estaba bien y así le seguimos nombrando.

Un día, mientras me hallaba en una sesión de reprogramación genética, apareció ante mí un ser luminoso de gran esplendor y majestuosidad espiritual. Dijo ser el Gran Iniciador, El Anciano de los días, Sanat Kumara, el mismo Murugán o Al Kadir. Me instó a seguir con mi trabajo y a mi Instructor y me reveló la identidad de mi Maestro: Suryavatar Mahavatar Kathar Mahadeva Kumara.

Me fue revelado que hace unos 18 millones de años, en la llamada Lemuria, seres provenientes de Pléyades vinieron a la Tierra. Venían del sistema etérico planetario de Alcione una de las siete principales estrellas de Pléyades.. Este sistema hace parte de un grupo de siete sistemas solares hermanos que están asociados en un trabajo cósmico grupal, del cual nuestro Sol (Surya) hace parte. Del novísimo sistema planetario etérico de Alcione y por pertenecer a la constelación de Tauro tenían gran afinidad con el planeta Venus. Vinieron a través de él a nuestro sistema solar y luego a nuestro planeta. Se les conoció como los “Señores de Venus”, porque hicieron escala allí en el Venus etérico durante algún tiempo, para adaptarse a las condiciones del sistema solar, pero en realidad eran pleyadianos . Vinieron en total 108 seres denominados Kumaras, seres iluminados, expresiones de la Divinidad . 

Cuatro de ellos eran los principales, ayudados de otros tres más cercanos. Alrededor de estos, otros 101 Kumaras ayudaron en la organización de la Jerarquía planetaria abriendo el camino de la Iniciación para despertar a la humanidad dormida. El Maestro Kathar es uno de ellos y vino para convertirse en un Avatar solar (Suryavatar).  

Muchos de los últimos contactos con el Maestro y con otros iluminados se han dado en un laberinto arbóreo de siete senderos especialmente diseñado en una propiedad rural que adquirimos hace muchos años y que luego fuera consagrado como Ashram. Este núcleo de fuerza constituyó un centro espiritual alrededor del cual un templo etérico se ha precipitado.

Un buen día, en nuestra meditación nocturna en el laberinto, apareció ante mí un Anciano de barba blanca muy larga. Ante la pregunta mental de quién era manifestó que ser el Guardían del Santuario en el que estábamos y el Guardían de todos los verdaderos santuarios, incluída  Shamballa,  la Ciudad Sagrada, el Templo máximo de la Jerarquía. Un pequeño ser junto a él susurró:

-Es el Venerable Guardián.

Y este agregó:

-Protegeré siempre este lugar. Tu misión es grande Alipur Karim. Debes conducir a quienes estén dispuestos, no solo al discipulado, a los pies de su Maestro, sino a las puertas de Shamballa. Acto seguido me tomó de las manos y me llevó espiritualmente a ese misterioso lugar, en una dimensión diferente al plano físico. Parecía una ciudad de cristal. Me paseó por los alrededores y allí se veían muchos Maestros de todos los linajes, trabajando arduamente. Curioso, pregunté si el dulce Jesús estaba entre ellos. El Venerable Guardían me llevó por el éter y me mostró a prudente distancia una colina de cristal. Allí Él meditaba. Cuando traté de acercarme, mi amoroso guía me detuvo:

-No puedes ir allí todavía

Me regresó al laberinto del Ashram y reiteró que una vez hacemos contacto con un Maestro de la Jerarquía estamos en verdad en contacto con todos. Desde entonces, siempre que vamos al santuario del Ashram a meditar se precipita la presencia espiritual del Venerable Guardián. Muchos de los sensitivos le han visto…

En uno de esos contactos, el Suryavatar manifestó que era necesario mostrar que las enseñanzas de Jesús el Cristo eran las mismas contenidas en la Vedanta advaita. Sabía tan solo un poco al respecto y pregunté cómo podía adquirir tal conocimiento. Maestro K. me dijo que el iluminado Paramahansa Yogananda había dejado un extenso estudio al respecto y que él nos guiaría en esto. 

Entonces el Maestro Yogananda apareció en el laberinto para manifestar su apoyo al movimiento discipular. Le ví un poco de más edad de lo que suele ser representado en las fotografías clásicas de este Maestro. Me dijo que él y todos los Gurús de su linaje ayudarían en el proceso
En medio de mi sorpresa le pedí que por favor me ayudara con una muestra externa de este apoyo, para asegurarme de que mi mente no me jugara una mala pasada. No dudaba de él sino de mi mente.

Días después, un amigo mío llegó directamente desde México, para visitarme en el Ashram. Llevaba en sus manos un ejemplar del primer tomo del libro “La Segunda Venida de Cristo” de Sri Yogananda, un maravilloso estudio que explica las enseñanzas de Jesús a la luz de las enseñanzas de la Vedanta. Es de anotar que en ese momento la publicación no había llegado a Colombia. Cuando mi amigo puso el libro sobre la mesa y ví la fotografía del Maestro que está en su interior, supe que él lo había enviado como mensajero para decirme que mi contacto era genuino.

El Maestro Kathar había dicho que el trabajo  que hacíamos, el sendero hacia el discipulado, debía ser organizado en niveles que él llamó pequeñas iniciaciones. Manifestó que un gran apoyo nos sería dado por un Mahavatar . Nuestro sitio de retiro fue bendecido en una noche de meditación con la presencia espiritual de Maestros  y discípulos de varios linajes y fue declarado oficialmente un Ashram de confluencia de linajes.

 Aquella noche maravillosa se percibieron Seres de gran altura espiritual: Yashua Ben Yoseph, el dulce Rabí de Nazareth, con uno de sus discípulos. El Maestro Kathar, Ibn Arabi y varios Maestros de órdenes sufíes ataviados con hermosos turbantes, Shimóm Bar Jochai y Rabí Akiva con otros Iniciados kabalistas , algunos Maestros de túnica escarlata, naranja, gris y marrón, de cabeza rapada, pertenecientes a órdenes budistas, otros Maestros sin atuendo especial, con trajes más bien occidentales. En fin, había allí más de doscientos seres. Todos los Maestros estaban vestidos de blanco en esa ocasión. Pregunté al Maestro Katahar por ese gran Adepto conocido como el Conde de Saint Germain y casi de inmediato el apareció, vestido de rojo, muy elegante y cambió su atuendo mágicamente a blanco al ver a los demás.
Pregunté al Maestro K. si conocía al Maestro Kepton, un iniciado que se me apareció a los 14 años y me dijo que mi nombre discipular era Alipur Karim. Maestro K. le señaló entre la multitud y me dijo:
-En efecto, es un colaborador de la Jerarquía y te fue enviado para guiarte secretamente en tus primeros pasos en el sendero en esta encarnación.

No le veía desde los 16 años…
Mientras todos los Maestros se acomodaban en círculos alrededor del centro del laberinto, una poderosa visión resplandeciente inundó el lugar. En medio de dos colinas el Gran Al Kadir empuñando un cetro de poder dirigió hacia nosotros una gran irradiación de luz mientras bendecía el Ashram. Todos los Maestros, Jesús incluido se inclinaron ante Él…
  
Algunos días después, al final de una maravillosa meditación en la cual se sentía la presencia de algunos iniciados y discípulos, que habían venido en sus cuerpos sutiles,se presentó ante mí un Maestro de gran luminosidad. Era un hermoso joven cuya sutil irradiación destilaba amor espiritual. Se plantó frente a mí y me dijo: “soy Babaji. El tapete sobre el cual meditas debe estar perfectamente limpio, literal y simbólicamente hablando. He venido para apoyar la organización de los niveles del discipulado. Trabajaremos en entrenamiento para los que estén dispuestos y usaremos los métodos del Kriya Yoga, con los cuales fuiste entrenado por Kathar cuando eras muy joven, para ayudar a la limpieza de la estructura y elevación de la vibración a la altura necesaria para el trabajo de verdaderos discípulos. Se necesitan valientes y dinámicos aspirantes. Muchos serán convocados. Algunos son novatos en tanto que otros han recorrido ya largos caminos en otras vidas…

Antes del solsticio de verano del año 2015, durante una meditación de luna nueva, estando en mi apartamento, aparecieron ante mi siete maestros del linaje de Ibn Arabí. Me bendijeron en su lengua, que intuí era árabe, y me autorizaron para ingresar en el linaje sufí. Me anunciaron que entraría en contacto con un Maestro encarnado de la Tradición, perteneciente a una de las muchas órdenes sufíes y con otros ya fallecidos pero igualmente presentes en el trabajo de la Jerarquía. Me dijeron que esto era una preparación especial que continuaría en el solsticio de verano.

 Durante la celebración del solsticio de verano en el Ashram, Maestro K. me confirió un nuevo grado iniciático necesario para el arduo trabajo que vendría. Me dijo que él había sido ascendido también de grado en su trabajo cósmico. Ahora pertenecía al gran concilio general de todas las Órdenes de Misterios. Expresó que el Mahavatar Babaji estaría ahora siguiendo muy de cerca nuestro proceso. El me guiaría para desarrollar los instructivos de práctica. Debía de hacerme discípulo suyo también.

En los días que siguieron debí asumir el largo trabajo de desarrollar el instructivo. Mahavatar Babaji solía despertarme temprano en la madrugada.
-         No duermas tanto. El instructivo debe estar listo antes del 7 de septiembre.
A veces me daba instrucciones en estado de sueño consciente, es decir mientras mi cuerpo dormía pero mi consciencia seguía activa. Me dio pistas y claves para hallar toda la información requerida y ajustarla de acuerdo con los grupos de trabajo.

El día 19 de septiembre de 2015 , en ceremonia con algunos aspirantes, en el laberinto del Ashram, el Mahavatar Babaji me hizo entrega simbólica del manto de Acharya o Instructor de su linaje y me transfirió la Primera Iniciación de éste. Luego se hicieron las primeras iniciaciones para los novicios. En días posteriores nuevos grupos de aspirantes fueron iniciados.

 A sugerencia de los Maestros, un nuevo templo de meditación y ceremonias  está siendo construido en el Ashram. En la noche del 27 de diciembre, bajo un cielo estrellado que enmarcaba el gran trígono de Urano- Luna-Saturno y alumbrados por una hermosa Luna llena, , mientras ascendía el signo de Cáncer, nuestros amados Gurús bendijeron el lugar del nuevo templo. Suryavatar Kathar apareció bajo la luz de las Pléyades que brillaban en el lejano firmamento recordando su distante origen. Luego apareció el Mahavatar Babaji representando el linaje Vedanta, seguido de Sri Aurobindo, quien por primera vez visitó espiritualmente nuestro Ashram. Sri Yutekswar se unió al grupodespués. Tres Sheiks del linaje sufí nos acompañaron también, al igual que un Magid cabalista de barba puntiaguda. Y luego en representación del linaje del dulce Yashua, apareció el Amado y amoroso Juan, su iluminado e inmortal discípulo. Otro rabino cabalista, de vestimenta sacerdotal se unió al séquito, junto con un Maestri indio moreno, de torso desnudo. Ramana Maharshi completó el número 12 y luego, mientras eran rodeados por algunos de sus discípulos, dieron siete vueltas en torno a las siete columnas recientemente erigidas, entonando mantras e irradiando su Fuerza, Luz y Amor. Un hermoso Angel con una espada fue visualizado por una humilde mujer  a quien le fue despertada la visión para ser testigo de la presencia de los Maestros. Aquello fue apoteósico.

El día 31 de Diciembre de este mismo año. Luego de la meditación nocturna, en el Ashram, sin previo aviso, aparecieron ante mí muchos discípulos, todos vestidos de blanco, sentados formando dos largas hileras. En medio de ellos, el Suryavatar  Kathar y el Mahavatar Babaji. En un momento dado todos los discípulos se inclinaron reverentemente, mientras los Maestros se hacían a un lado en actitud reverente también. Tras ellos apareció el Gran Iniciador, el ser de los dos rostros, a veces un anciano de blancos cabellos, a veces un joven de apariencia adolescente, el Señor Sanat Kumara o Al Kadir.

-El canditato ha sido aceptado y admitido como discípulo- dijo, irradiando su fuerza y luz. Luego se retiró hacia atrás en tanto que el Maestro Babaji me bendecía para hacerme su discípulo. Me pidió mantener como nombre discipular el de Alipur Karim. Al final de la corta ceremonia, cuando ya los discípulos se aprestaban a retirarse, El gran iniciador regresó. Todos volvieron a sus posiciones mientras él anunció:
-La candidata ha sido aceptada y admitida como discípula del Mahavatar Babaji- dijo, refiriéndose a mi amada esposa. Su ceremonia de aceptación se hará en tres días. Y así fue. El día 3 de enero de 2016 mi esposa fue iniciada formalmente al discipulado y el Maestro Babaji le dió el nombre de Kriyananda y le anunció que sería puesta en contacto con varios Maestros de diversos linajes, encarnados y desencarnados, de los cuales podría también hacerse su discípula…

Espero que este breve resumen de algunos de los contactos con los Divinos Avatares y sus discípulos sea ilustrativo de la magna labor de construcción de un núcleo espiritual que se está haciendo en este Ashram de Colombia, bajo el auspicio de los Maestros de este grupo de confluencia de linajes.

Continuaremos trabajando bajo la sabia guía de nuestros Amados Gurús, alumbrando nuestra lámpara del corazón, para llevar a la puerta del sendero a todo aquel que, despertando del largo sueño de la ilusión mayávica, se haga receptivo a la Luz.

Alipur Karim