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martes, 26 de enero de 2016

DISCIPULADO No. 21

CUANDO EL CORAZON DESPIERTA

Hace más de veinte siglos, el dulce Yashua Ben Yoseph enseñaba: “ Bienaventurados los mansos, pues ellos heredarán la tierra… Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia… Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.

Hemos enseñado anteriormente que la disciplina de la Felicidad se practica en el Camino de la Imperturbabilidad y que el sendero de la Imperturbabilidad se conquista mediante la Devoción.

Las Bienaventuranzas que enseñara el Divino Maestro aluden claramente al modo de alcanzar la Felicidad divina y estas tres en especial se refieren directamente al corazón, a un corazón despierto.

La mansedumbre, la misericordia y la pureza de corazón son cualidades que surgen como preciosos dones provenientes de nuestra Esencia Divina cuando el discípulo ha trabajado en el despertar del corazón, en un elevado nivel.

En verdad toda la disciplina de ejercicios espirituales, dietas, austeridades, mantras, posturas especiales, conocimientos y rituales, si bien constituyen ayudas en el sendero, no son nada si no se ha despertado el corazón. 

Hace pocos días, en el Ashram de Colombia, el Mahavatar Babaji expresó: “en este sendero, en estos momentos, el mundo necesita seres de corazón verdaderamente amoroso, más que rígidos ascetas, que solo ocupan sus vidas en cumplir exigentes requisitos, o fríos intelectuales encerrados en sus mentes. El propósito de las prácticas es el despertar del corazón, es el contactar con nuestro Ser verdadero, es buscar la perfecta presencia de la Divinidad en nuestras vidas”.

Existen varios niveles de despertar de la fuerza espiritual que fluye a través de lo que simbólicamente llamamos el corazón. Este representa el centro, el punto de enfoque de nuestra  conciencia, el objetivo hacia el que dirigimos  todas  nuestra fuerzas,  el eje en torno del cual giran nuestras vidas en esta rueda del samsara o encadenamiento al ciclo de encarnaciones.

El caminante del sendero que busca el Camino del Corazón  encuentra a su paso siete puertas que debe franquear para lograr la total iluminación. El primer umbral es el del corazón dormido. Allí el novicio  halla el valle de la conquista  material. Está atrapado por instintos y pasiones y se enfoca en la satisfacción de sus deseos. Parece un animal hambriento que se abalanza sobre su presa y pelea por ella a muerte si es necesario. Se niega por completo a compartir y solo le importa el disfrute placentero del mundo externo en el cual sus sentidos están enfocados.

Es un nivel de grandes apegos  y fanatismos en el cual el péndulo sensorial muta del placer al dolor, cuando lo que sucede a su alrededor es contrario a sus ideales e ilusorias pretensiones y quimeras. El ego allí es el rey. Está ausente por completo la consciencia de la abundancia infinita y  el individuo busca acumular posesiones y conquistas de todo tipo para cubrir con ellas a una personalidad que se cree en carencia absoluta. El ego actúa allí totalmente desconectado de la Realidad y confunde a ésta con el mundo exterior proyectado en su mente. Pervierte por completo el uso de los sentidos y los utiliza para derivar placer creyendo que la felicidad es el vano disfrute sensorial. 

En este nivel, correspondiente al mundo físico-etérico,  no se preocupa en verdad en absoluto por el otro y solo le tiene en cuenta si la relación con él le es favorable en algún sentido. Hay una total identificación con el cuerpo físico. El servicio está ausente. El amor allí no existe. El corazón duerme profundamente. La cordialidad está latente.

El segundo portal es el del corazón ensombrecido. Es un nivel de creencias, ensueños, ilusiones. El amor no lo es aún y es confundido con el romanticismo. Se da esperando recibir. La dádiva es vacía, fría, sin el dador o interesada, a veces disfrazada de bondad pero en el fondo cargada de satisfacción. Es un nivel de favoritismos. La mente le hace sombra al corazón y opaca su brillo, contaminándolo. Este portal conduce al valle del orgullo. El individuo busca reconocimiento. Es un ser que en el fondo tiene una autoestima muy baja, un ser que vive en la ilusión de la carencia afectiva. Necesita, además de ser alguien, ser reconocido como tal, así que siempre se muestra y hace jactancia de sus logros y favoritismos. Atrae a otros para que le admiren. Siempre habla de sus cosas, de sus posesiones, de sus conocimientos. Cree saber mucho, cuando en realidad no conoce, cree poder hacer lo que en realidad no logra, cree o muestra tener lo que en verdad no posee. 

Suele ser arrogante, prepotente, jactancioso, vanidoso, ostentoso y con frecuencia quejoso de no recibir lo que cree que merece. La intención egoísta, narcisista, que subyace en la mente, oscurece al corazón y le impide amar en verdad. Más que un dador es en verdad un pescador de afecto. Este nivel corresponde a los mundos astral y mental y el individuo experimenta una identificación con su personalidad, con su psique, con sus emociones, sentimientos, pensamientos, opiniones y creencias.

El tercer portón es el del corazón puro. Conduce al valle de la mansedumbre, de la humildad. Allí reina la misericordia. Este umbral solo puede ser cruzado por aquel que esté totalmente exento de orgullo, de toda personal intención subyacente. Es el nivel al que se refería el dulce Yashua en las tres bienaventuranzas mencionadas al comienzo de este artículo. Este es el nivel en el que verdaderamente despierta el corazón.

Mansedumbre, misericordia y pureza son virtudes que emergen de aquel que cruza este portal. Manso es aquel que ha desarrollado una total aceptación de aquello que en el presente se precipita en derredor suyo, sin emitir queja alguna ante ningún otro que no sea La Divinidad misma y en este único caso  no para protestar sino para implorar al Compasivo y Misericordioso que se haga la Luz suficiente para desterrar las sombras que impiden comprender, en profundidad,  lo que es necesario para evitar el amargo sabor de una experiencia kármica.

Manso es el que verdaderamente ha comprendido y aceptado que todo lo que sucede es perfecto y le ocurre al sujeto correcto, del modo correcto y en el tiempo correcto y es necesario para poner en evidencia un antiguo error de percepción o el conjunto de pensamientos emociones y sentimientos fuertemente alterados que surgen cuando la personalidad egoica es afectada por algo. Si lo que pasa en ese aparente afuera te perturba es porque lo llevas dentro y eres tú el único causante, o porque necesitas la experiencia para poner a flote energías de baja vibración que han permanecido ocultas en el inconsciente. A veces una fuerte experiencia actúa como cucharón que agita el fondo para ver si el agua es pura u oculta algún sedimento. Nada está sucediendo en verdad al azar o por error.

Solo hay distorsión de la percepción de la realidad cuando se ve desde el ego. Dios sabe lo que hace, no importa si lo que nos llega es el resultado de la fuerza de Creación, de Mantenimiento o de Destrucción. La perturbación surge cuando la relativa realidad precipitada no cumple con las expectativas del ego y este se rebela, manifestando su desacuerdo con enfado, tristeza, angustia, desesperación, evasión, orgullo, envidia y otras gigantescas olas del mar de la existencia personal. La Mansedumbre es el fuego espiritual que incinera la semilla de un mal fruto, cosechado de otras vidas en las que se hicieron elecciones inadecuadas, para impedir que la tendencia que precipitó un duro karma vuelva a renacer en esta o en otras encarnaciones. La sabia abuela, cuando se acercaba la tormenta, en los tiempos difíciles, solía decir: “Dios nos ampare y nos favorezca”, pero añadía de inmediato… “Haga Dios su Santa Voluntad”, implorando la Divina Compasión pero a la vez aceptando mansamente el resultado justo. La mansedumbre es el punto medio entre la resignada y resentida sumisión y la rebeldía. No se crea mediante análisis mental, no es el resultado del raciocinio comparativo entre lo que el ego cree correcto e incorrecto. Surge cuando la mente silenciosa da lugar al comprensivo corazón y acepta que Dios es quien verdaderamente sabe y se expresa a través de él, guiando a la acción iluminada mediante su poder intuitivo impoluto. 

El manso escucha a Dios a través de la silenciosa voz de su corazón iluminado.La humildad es el principio de igualdad de todos los aparentes  seres y de todas las cosas. Es la comprensión profunda de la Unicidad de la Divinidad, es la aniquilación de la ilusión de la separatividad de los seres, es el percibir en perfecta autoconsciencia que solo existe un solo ser, el Uno sin segundo y que toda la Creación es algo más que una multiplicidad de seres desconectados o invisiblemente conectados. 

La humildad es el punto medio entre la minusvalía, la baja autoestima que lleva a la auto conmiseración, y la plusvalía o sobre estimación que lleva al orgullo. El ser humilde trata a todas las criaturas de la creación como sus iguales, sin favoritismos ni discriminaciones porque ha comprendido que todos están dentro de él y son él. Esto lo lleva a la misericordia.

Aquel que tiene el corazón despierto siente que en su Ser infinito hay un océano de sabiduría inagotable que llega en oleadas sin fin a las tranquilas playas de su sosegado corazón. Tiene con ello un atisbo del Cielo. Para lograr este paso no basta ser creyente, hay que ser puro. Solo así el brillante espejo del corazón reflejará, sin distorsión alguna, la luz Divina que se revela, para iluminar a quien sea suficientemente receptivo a ella. La más leve mancha de ego, el más ligero asomo de orgullo empañarán el mágico cristal intuitivo. La luz manchada cambiará su frecuencia y se precipitará a los dominios de la yoidad para inflar el ego. La Divinidad solo se revela cuando el ego ya no se rebela.

Este nivel corresponde al mundo mental abstracto o manas superior, el estrato de las ideas arquetípicas, el fluir de la Divina Inteligencia que da lugar al orden Divino. El nivel de percepción que logra quien allí mora, más allá de todo pensamiento, de todo concepto y de toda imagen, es el de una mente iluminada que recibe el efluvio de las divinas corrientes del mundo de la Unidad Divina que está en un nivel de vibración más elevado. Quien logra traducir en palabras, con posterioridad a la percepción, sin distorsión alguna, se muestra como un gran sabio o un profeta. Es el nivel de un discípulo.

El cuarto portal es el del corazón que conoce el secreto de la vida. Conduce al valle de la santidad. Este umbral solo puede ser traspasado por aquel que, entre todas sus posibilidades de destino, ha hecho la elección de seguir el plan de la Divinidad, con completa sumisión a la Divina Inteligencia. Este nivel corresponde al llamado Mundo del Espíritu de Vida en las tradiciones llamadas occidentales. Es el nivel de Buddhi o Inteligencia intuicional, un estrato donde reina una completa percepción de Unicidad de la Vida. Desde allí fluye la Divina Sabiduría hacia el corazón del discípulo. Le revela el secreto de la vida presente, la verdadera misión, el objetivo trascendental de su encarnación, y por resonancia el de cualquier otro ser que se encuentre a su paso.

Es el nivel del discípulo avanzado en preparación para la Maestría. Quien se halla en este nivel de despertar del corazón vive una vida de santidad dedicada por completo al encuentro con la Divinidad. Aquí el discípulo ve más allá de la apariencia de los eventos que suceden en su vida y en la de los demás y comprende la verdadera razón de cada fuerza que es atraída a la vida de los seres, comprendiendo la ley de la perfecta sincronía. Esta sabiduría percibida por una forma de cognición que trasciende a la mente ordinaria, al proceso de raciocinio y conceptualización convencionales, hace que el caminante no exprese la más mínima señal de queja frente a lo que sucede, ni verbal, ni gestual, ni actitudinalmente. El no necesita observar para aceptar. La aceptación hace parte de él. El es la perfecta aceptación porque comprende con Sabiduría Divina. Simplemente sonríe frente al devenir dejando que la Naturaleza siga su curso.

Este es el nivel de un verdadero Iniciado, de alguien que ha sido contactado por un Maestro y se capacita para ser un futuro Instructor de nuevos discípulos. Este es un nivel de tolerancia absoluta frente a toda creencia. El corazón aquí revela al discípulo, en todo momento, la divinidad subyacente en cada criatura. Puede ver a Dios en el piadoso al igual que en el criminal, en el tierno gatito al igual que en el fiero tigre, y respeta la condición, el nivel de conciencia, el método elegido y la velocidad de evolución de cada ser, dando amorosamente a quien esté preparado para recibir, en la cantidad, calidad y nivel de profundidad adecuado a cada ser. No juzga, no critica, no urge a quien no lo pide, no acosa espiritualmente a nadie, ni tampoco lo menosprecia. No califica porque solo ve a Dios en todos, manifestándose desde distintos niveles. La sabiduría emana de quien ha pasado este umbral.

El quinto portal es el del corazón de los Misterios Divinos . Conduce al valle del conocimiento perfecto que se halla más allá de la vida y de la muerte terrenales. Corresponde al nivel átmico o Mundo del Espíritu Divino. Trae el afloramiento a la consciencia de la  sabiduría despertada en todas las vidas vividas. Trae la memoria de pasadas encarnaciones y revela el misterio de la vida que trasciende los sucesos, el devenir temporo- espacial. Es el nivel de la Maestría. Dios se expresa por quien trasciende este portal y manifiesta su Fuerza, Poder y Sabiduría infinitos  pero aún se conserva cierto asomo de individualidad. 

Es el nivel de verdaderos Reyes espirituales. Es el nivel de quienes vinieron a esta tierra a sembrar sus semillas de Sabiduría en la las eras perfectamente labradas de corazones receptivos. Quien ha pasado por este umbral es en sí mismo un portal que conduce a los Misterios Divinos. Es el nivel del savikalpa samadhi.


El sexto portal es el del corazón mayávico. Corresponde al nivel de la diferenciación, al llamado mundo monádico o de los espíritus virginales. Es el estado en el que realmente comenzó la creación.

Conduce al valle de la comprensión del sueño de la Divina Ilusión Creadora. Quien despierta su corazón a este nivel logra ver que existe un velo divino que oculta el Rostro de Dios de su Creación. Logra percibir este manto llamado el velo de Maya, la gran Ilusión Cósmica, y siente que debe rasgarlo, traspasarlo para salir del universo creado y saltar al Mar sin orillas para fundirse con su Creador. Quien traspasa este umbral tan solo anhela y vive para unirse con el gran Amado Cósmico.


Es el nivel de los Avatares, de las Divinidades encarnadas, de los Grandes Maestros de la Jerarquía.
Quien ha logrado despertar a este nivel de sabiduría en su corazón ha despertado a Dios, subyacente en él y tan solo desea la disolución integradora pero aún logra contemplar compasivamente al mundo y decide encarnar o precipitarse en la encarnación, conservando una forma diferenciada tan solo para servir de hilo conductor a quienes buscan salir del laberinto del mundo creado. Es el nivel del Nirvikalpa samadhi. Es el nivel donde se aprecian los Atributos Divinos de Existencia, Conciencia y Felicidad.

El séptimo y último portal es el del corazón absoluto. Conduce al valle del insondable infinito, al abismo de lo Incognoscible. Corresponde al Mundo de Dios. Es el portal del Atman que se convierte en Brahman, la mónada que regresa al seno de su creador, la gota de agua que retorna al océano sin orillas.

Es el portal de la disolución del cristal puro y cristalino que desaparece en la solución homogénea. Es el retorno al Uno sin Segundo. Es un portal sin retorno. Es el nivel del Soruba samadhi, el retorno al Silencio Infinito.

Atrévete a vivenciar uno a uno los distintos niveles de despertar del Corazón, desde el corazón egoico hasta el Corazón del Absoluto y aprecia la variada gama del sentir cósmico, desde la ilusión del amor llamado deseo placentero hasta el Amor Infinito que todo lo abarca. No hay en verdad ninguna otra cosa en esta tierra que valga la pena de ser vivida. Es además la única forma de escapar de esta prisión llamada Tierra, de esta cárcel llamada encarnación, de esta rueda llamada samsara a la que estamos encadenados por nuestros deseos y proyecciones mentales, viviendo en la ilusión de los sentidos.

 Busca el tesoro escondido. Está dentro de ti y la tapa que lo oculta se halla en tu propio corazón. Rompe las siete corazas que te separan del Secreto Infinito. Pide y recibirás, busca y hallarás, llama y te será abierta la puerta de los Divinos Misterios.

Alipur Karim