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miércoles, 18 de septiembre de 2013


DISCIPULADO No. 12
LA REALIDAD Y EL UNIVERSO


El aspirante al discipulado debe experimentar una nueva forma de cognición, más allá del pensamiento ordinario, cuya base fundamental es la memoria y el condicionamiento. La consciencia debe trascender la fluctuación de la mente en el espacio- tiempo y la dualidad. Para ello es necesario que el estudiante se haga consciente de su actual estado de cognición.
Usualmente aceptamos el hecho de la existencia de un universo que está fuera de nosotros (dualidad) y nos asumimos como entidades individuales separadas, con capacidad de observar este universo. Damos por hecho que nuestra percepción de lo que existe es real y que quien percibe es un yo personal.
El supuesto yo personal, eso que tú crees que eres, usa instrumentos especiales para percibir, a los cuales llamamos órganos de los sentidos, agrupados en cinco sistemas: sistema táctil, sistema olfativo, sistema gustativo, sistema visual y sistema auditivo. Todos ellos están conectados al cerebro. A través de ellos, el organismo viviente capta informaciones del entorno, denominadas percepciones. Dichas informaciones son de carácter vibracional. El ojo capta fotones cargados de bits de fuerza electromagnética que viajan desde la retina hacia la parte posterior del cerebro a través del nervio óptico. Esto nos da la cognición de la luz. El oído, a través del tímpano capta las pulsaciones del aire respondiendo a ellas con vibración de esta delicada membrana. Esta vibración estimula los nervios generando impulsos eléctricos que viajan a través del nervio auditivo a una zona particular del cerebro. Esto da como resultado nuestra cognición del sonido. El tacto, a través de la piel principalmente, capta diferencias en el nivel o velocidad de vibración que, convertidos en impulsos eléctricos, viajan vía los nervios sensoriales hacia el cerebro y nos dan la cognición de lo que llamamos texturas, formas, variaciones de temperatura, presión, dolor o diferencias de densidad  entre otras.

   Para recibir un sabor se necesita el estimulo de las células receptoras del gusto o corpúsculos gustativos, ubicados en la lengua. Los corpúsculos gustativos son los receptores del sabor y están ubicados alrededor de las papilas gustativas. El corpúsculo gustativo estimulado inicia un impulso nervioso que es conducido por las terminaciones sensitivas hasta los nervios facial, vago y glosofaríngeo; y a través de ellos va a la médula espinal, el tálamo y de allí al cerebro, donde en el lóbulo parietal de la corteza, se emite como respuesta la cognición de sensación gustativa.

El olfato es el sentido encargado de captar los olores. Las sustancias odorantes que estimulan la mucosa olfatoria son sustancias químicas volátiles transportadas por el aire. Estas sustancias químicas son simplemente vibraciones específicas. La mucosa olfatoria estimulada por estas partículas convierte el estímulo en impulso nervioso, el cual viaja hacia el bulbo olfatorio, el sistema límbico, el hipotálamo y finalmente hacia la corteza cerebral donde de hace consciente como percepción olfativa o sabor.
 Los cinco sentidos nos permiten tener percepciones simplemente. Las percepciones son procesadas y son convertidas en sensaciones, en el interior de nuestro cerebro. Para entender esas sensaciones usamos  la mente. En general, se piensa en la mente como algo localizado en algún lugar de la cabeza que nos permite ser conscientes, pero recientes hallazgos  sugieren que la mente no reside necesariamente en el cerebro sino que viaja por todo el cuerpo en caravanas de hormonas y enzimas, ocupada en dar sentido a esas complejas percepciones que recibimos de los sentidos. Mente y  materia, proceso y estructura, están inseparablemente conectados.  
La interpretación de las percepciones sensoriales da lugar literalmente a ese conjunto de imágenes, nombres, formas y características o cualidades particulares que denominamos objetos. Estas interpretaciones se archivan como información en el cerebro y constituyen la memoría. Todo eso ocurre siempre en lo que llamamos nuestro interior, esa simbiosis entre mente y cuerpo. Allí, en ese mundo mental es donde realmente alumbramos el universo que creemos que existe fuera de nosotros. En lo que llamamos afuera, más allá de nuestra piel, solo existe eso que llamamos vibraciones. En realidad no hay allí nada como los objetos o los seres. Todas esas percepciones interpretadas son meras conceptualizaciones que han dado lugar a una cosmovisión o visión mental particular del cosmos, lo cual equivale a decir, aunque parezca chocante, que no hay allí afuera un universo como el que creemos que existe. De hecho, ni siquiera las vibraciones percibidas por los sentidos llegan a la mente como tales sino transformadas en impulsos nerviosos que no son otra cosa que corrientes electroquímicomagnéticas, a partir de las cuales nuestra mente construye su propia deformación de la realidad, eso que los antiguos sabios denominaron Maya.

Esta mente ordinaria es en realidad el pensamiento convencional. El conjunto de sus observaciones es la memoria y contiene registros de nuestra experiencia, palabra a la que le hemos dado un gran valor pero que no es otra cosa que nuestra propia versión interpretativa y subjetiva de una realidad que no somos incapaces de percibir por este medio mental.
El yo ordinario resulta ser una sumatoria de experiencias subjetivas creadas por la actividad cerebral y el pensamiento convencional con el fin de crear un sistema de referencia para la conducta. La mayoría de los seres humanos no experimentan casi nunca ninguna otra forma de consciencia, así que cuando creen percibir  a su alrededor el universo, el cual confunden con la realidad, solo están viendo sus propias mentes.
En realidad solo tenemos nuestras percepciones, esas sensaciones de un fugaz e ilusorio presente que rápidamente se convierte en pasado. La ilusión del presente es creada por la mente porque en realidad no lo podemos percibir más allá del silencio mental. Las sensaciones que interpretamos son variaciones codificadas de las vibraciones percibidas, las cuales han viajado a desde el aparente emisor externo hasta el órgano de percepción, algunas a la velocidad de la luz, otras a la velocidad del sonido y las más cercanas, finalmente a la velocidad del impulso nervioso. Para cuando llegan al cerebro ya ha transcurrido algún tiempo desde la perspectiva de la mente acostumbrada a medir los cambios mediante esa figura, es decir, ya el presente se ha fugado y la percepción consciente corresponde a algo que ya ha sucedido. Literalmente, no percibimos el presente sino el pasado, lo cual representa una paradoja interesante.
Pero en realidad el tiempo es también una invención de la mente. Es solo un proceso mental adaptado para percibir los cambios de eso que llamamos universo. La física relativista de Lorentz y de Eistein han demostrado que, lejos de ser una constante, el tiempo es relativo y depende por entero de la velocidad de desplazamiento. A la velocidad de la luz los relojes se detienen por completo, es decir no existe el tiempo. Todos hemos sin duda vivenciado las variaciones de la sensación del paso del tiempo según nuestro estado emocional. En los momentos placenteros el tiempo parece volar en tanto que en los momentos que consideramos difíciles el tiempo parece detenerse. Igual sucede con el paso de los años. Lo que en la infancia parecía un tiempo muy largo ahora se escurre en un santiamén. No obstante, la tierra sigue girando a la misma velocidad sobre sí misma y alrededor del sol, lo cual haría los días y los años de igual duración independientemente de nuestras sensaciones.


La ilusión del tiempo es hija de la ilusión del espacio, la cual a la vez surge de nuestra manía de creer que existen cosas separadas. La física cuántica ha hecho incontables experimentos que demuestran que el espacio o distancia no es una realidad para las partículas entrelazadas. Es nuestra percepción la que al poner límites a las vibraciones y llamarlas objetos crea el espacio vacío, desconociendo que haya otras vibraciones no perceptibles para nuestros instrumentos y que conecten lo que creemos desconectado.

 Las últimas investigaciones científicas desconocen tal cosa como un espacio vacío y afirman que eso que llamábamos espacio está vivo de realidad potencial a punto de precipitarse, al ser captada por un perceptor u observador. Tiempo y espacio no tienen realidad independiente fuera de nosotros y son solo procesos del mecanismo de percepción animal. Dicho en términos sencillos, el espacio-tiempo es una creación mental tan irreal como el universo externo que alumbramos en el interior de nuestra cabeza.

 Tiempo y espacio son creaciones de adaptación de la mente al interpretar las percepciones de la realidad. No hay un mundo interior que nos pertenezca y un mundo exterior para ser examinado. El observador y lo observado son la misma cosa.El universo real es vibración infinita e ilimitada, es una unidad perfecta, sin fragmentos, sin espacios vacíos, que existe en la eternidad, es decir, fuera del tiempo.       
 El fenómeno de contracción de la luz cósmica que generó la creación, dio lugar a la multivariedad de vibraciones que se precipitaron como cristales que surgen de una solución salina homogénea y traslúcida, aparentemente separados, pero que al ser nuevamente disueltos vuelven a ser un todo homogéneo. La mente humana ordinaria funciona como un cristalizador que todo lo separa. La consciencia real, no la ilusoria sensación mental de estar conscientes, funciona como un disolvente universal que logra convertir lo separado en un todo homogéneo.

El aspirante al discipulado ha de esforzarse por ver más allá de las percepciones mentales ordinarias, más allá del tiempo y del espacio. Solo así logrará percibir la realidad de su conexión con todo lo creado en un universo real de infinitas potencialidades y posibilidades. 

La mente ordinaria ha construido la ilusión del yo, del perceptor separado. Si se ve más allá, se descubrirá que no se trata de una conciencia individual que observa y vive un proceso personal de evolución sino de una conciencia única que se manifiesta en múltiples variedades estructurales, en un proceso de movimiento o cambio continuo, fuera del tiempo, en tanto que lo observamos como creación. El universo que creemos ver solo existe en la medida en que lo observamos. El universo real solo es perceptible por la consciencia Unica, a la cual solo se llega al traspasar el triple velo astral, mental y espiritual, lo cual equivale a decir cuando desconectemos la mente de las emociones y salgamos de la ilusión del tiempo del espacio y de la separatividad.
Como expresó sabiamente el escritor, filósofo y poeta Ralph Waldo Emerson:"vivimos en sucesión, en división, en partes, en partículas. Mientras tanto dentro del hombre está alma del todo; el silencio sabio; la belleza universal, con la que cada parte y partícula está igualmente relacionada, el Uno eterno. Y este profundo poder en el cual existimos y cuya beatitud es completamente accesible a nosotros, no es sólo auto-suficiente y perfecta en cada hora, sino que el acto de ver y la cosa vista, el vaticinio y el espectáculo, el sujeto y el objeto, son uno. Vemos el mundo pieza por pieza, como el sol, la luna, el animal, el árbol; pero el todo, del cual estas son partes brillantes, es el alma.”

Vivamos en actitud de permanente observación, pensando acerca del pensamiento y vigilando el incesante vaivén del yo personal, del ego, de la mente ordinaria con todos sus pensamientos, volando como mariposa de flor en flor, hasta que logremos la serena expectación que nos concede el milagro de la percepción de la Seidad o Existencia Real, del Gozo que regala la quietud perfecta y del Conocimiento Absoluto que deriva de la comunión con el Todo.
Bendiciones para todos,

Alipur Karim